16 julio 2007

XXV aniversario de 'Blade Runner'


Ridley Scott

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto a un cineasta dirigir joyas como el clásico Los duelistas o la insuperable Alien. He admirado su buen hacer en títulos como el efectivo thriller Black rain y la entrañable road movie Thelma y Louise. Pero también he visto al mismo realizador perpetrar bodrios tan infectos como La teniente O’Neil, Black Hawk derribado o Hannibal. Estos días se cumplen 25 años del estreno de su ópera magna, Blade runner, que parece perdida en el tiempo como una bella lágrima en la lluvia de una filmografía mediocre. Mientras esperamos ansiosos su reedición en DVD, sólo cabe preguntarse quién demonios dirigió las mejores películas de un director, Ridley Scott, que lleva quince años sin levantar cabeza.

13 julio 2007

X Aniversario de la muerte de Jeff Buckley


Una década sin Jeff

Estos días se cumplen diez años del fallecimiento de Jeff Buckley. Antes de morir ahogado, había grabado 'Grace', su único álbum de estudio, un trabajo magistral que bien podría haber sido el primero de una larga y genial carrera


Cae tarde en Memphis y un barco remolcador surca las claras aguas del río Wolf. Jeff se aproxima a la orilla mientras su amigo lo observa atentamente. "Keith, quiero darte algo como prueba de mi amistad", le dice. Éste responde: "Jeff, no quiero nada". "¡Pues entonces déjame darte un abrazo!", replica. Rodea a Keith con sus brazos y enciende el radiocasete. Mientras suena Whole Lotta Love , Jeff se introduce en el afluente del legendario Mississippi para nadar. Lo hace cantando y sin despojarse de la ropa ni de sus botas. Keith retira el radiocasete de la orilla para ponerlo a salvo del oleaje generado por el remolcador. Y súbitamente se percata de que no hay rastro de su compañero. Lo llama, rastrea las inmediaciones, pide ayuda. Pero el esfuerzo es en vano.

Aquella aciaga tarde, el 29 de mayo de 1997, fue la última vez que Jeff Buckley fue visto con vida. El rumor de suicidio corrió como un reguero de pólvora en Internet y las autoridades lo dieron por "desaparecido". Seis días después, el 4 de junio, su cadáver descompuesto fue descubierto río abajo, al pie de Beale Street, la cuna de la música blues. Lo reconocieron, según cuentan las crónicas de aquellos días, por el piercing que lucía en el ombligo.

Acaban de cumplirse diez años desde que el río Wolf ahogó la voz de uno de los músicos más influyentes de la escena rock de los 90. Nada sería lo mismo, musicalmente hablando, sin Grace , el único disco de estudio que grabó el californiano, hijo de otro ilustre cantautor, Tim Buckley, que también falleció prematuramente, a consecuencia de un mal viaje que le procuró el consumo de heroína.


los comienzos

La guitarra de la abuela


"La música nunca se acaba y, aunque he oído cosas de tantos lugares distintos y me he enamorado innumerables veces de tantos tipos de música, sigue habiendo algo que creo que se llama simplemente libertad", aseguraba Jeff Buckley en una sobrecogedora entrevista incluida en el making off de Grace . En alguna otra ocasión había declarado: "La música debería ser libre y penetrante, debería arrastrarte".

Y es que la libertad es el concepto sin el cual sería imposible entender la breve pero intensa obra de un autor que se apoyó en referencias tan diversas como Led Zeppelin, Nina Simone o Nusrat Fateh Ali Khan para desarrollar un estilo personal.

Cuenta Buckley que la música le sedujo cuando era niño. Tenía sólo cinco años cuando descubrió que su abuela guardaba una guitarra acústica en casa. "Estaba ahí, sin nombre, como si mi abuela albergara la esperanza de que alguno de sus hijos empezara a tocarla. Pero allí se quedó hasta que crecieron. Y entonces la encontré, y comencé a rasgar sus cuerdas", decía.

Y no paró de hacerlo hasta el día en que dejó de respirar. Cuando era un simple adolescente daba conciertos en garitos de mala muerte de Los Ángeles, y en 1990 se trasladó a Nueva York donde acaparó la atención del público con sus actuaciones en locales vanguardistas como el café Sin-é de Greenwich Village. Fue en ese lugar donde atrajo la atención de los ejecutivos de Columbia, que en 1993 le produjo un EP de cuatro temas en los que, como era habitual, Buckley aparecía con la única compañía de su guitarra y su imponente voz, capaz de abarcar hasta tres octavas. Una voz que en unas ocasiones sonaba desgarradora y en otras angelical y con reminiscencias operísticas.


su único álbum de estudio

Un disco en estado de 'gracia'


El único álbum de estudio que pudo grabar antes de su prematuro deceso, Grace , es una de las obras capitales del rock de los 90. Quizá la siguiente afirmación sea un exceso, pero las diez canciones del disco que Columbia publicó en 1994 ha cambiado la vida y la música de quienes han tenido la gracia de escucharlas.

Junto al bajista Mick Grondhal y el batería Matt Johnson como principales protagonistas, pergeñó un disco mágico, inclasificable y único. Contiene piezas tan bellas como Hallelujah , versión mejorada del clásico de Leonard Cohen donde aparecen versos distintos a los que el canadiense grabó en su álbum Various Positions . Incluye temas en los que planea el espíritu de su admirada Nina Simone -Lilac Wine -, rarezas como Corpus Christi Carol -un villancico de Britten- y canciones tan conmovedoras como Grace o Lover, you should've come over . Hay otras de inquietante carácter premonitorio como Eternal life , cuya letra reza: "Ahora la vida eterna me sigue de cerca / Ya tengo un ataúd rojo y reluciente, tío, a falta del último clavo".

"Las canciones surgen de poemas y, a veces, éstos surgen de los sueños, de la realidad o de algo que quieras expresar", decía Buckley sobre sus composiciones, capaces de aparecer como un torrente sonoro y explosivo o arrulladoras como una dulce nana. Él mismo declaró una vez en un concierto presenciado por sus admirados Jimmy Page y Robert Plant, de Led Zeppelin: "La música debe ser como hacer el amor: unas veces te apetece suave y tierno y otras fuerte y agresivo".


tras la muerte de buckley

¿Oportunismo o tributo?


El segundo disco de Buckley iba a llamarse My Sweetheart the Drunk . Había registrado algunas piezas con el productor Tom Verlaine, pero no estaba satisfecho con el resultado e iba a regrabarlo cuando falleció ahogado en 1997. Su madre, Mary Guibert, publicó las maquetas de ese trabajo inacabado en un disco doble y ha ido supervisando la edición de diversos álbumes en directo y de otros con piezas inéditas -Mystery White Boy (2000), Live a L'Olympia (2001) o The Grace EPs (2002)- que, por un lado, despiertan acusaciones de oportunismo y, por otro, sacian las ansias de los fans de Buckley, ávidos de devorar hasta la última migaja que grabó su malogrado ídolo.



¿Buckley en el siglo XXI?

¿Se imaginan qué tipo de música estarían haciendo ahoramismo tipos como Jim Morrison, Janis Joplin o Kurt Cobain si su prematuro fallecimiento no les hubiera impedido continuar dedicados a lamúsica? Piénsenlo durante unos momentos y después formúlense la misma pregunta con relación a Jeff Buckley, otro mito que, siguiendo la pauta de James Dean, vivió deprisa, murió joven y dejó un bonito cadáver. ¿Su mente inquieta le habría inclinado hacia su apreciada música jazz o habría flirteado con la electrónica? La sombra del joven californiano es alargada, como demuestra la influencia plasmada en solistas y bandas como Coldplay, Travis o RufusWainwright, entre otros. Andy Wallace, productor de Grace, tiene su propia y particular respuesta: “Si hubiera vivido habríamos visto en él a un artista de largo recorrido, con una evolución y un cambio continuos. No habría hecho otro Grace, sino otros grandes discos. Hay pocos artistas que dan realmente la sensación de que su carrera pueda durar 20 años, produciendo trabajos variados y de estilos diferentes. Sin duda, Jeff habría formado parte de ese grupo de personas”.