El texto que viene a continuación, publicado hoy en NOTICIAS DE GIPUZKOA, no hace justicia a lo que en realidad fue el encuentro que la prensa mantuvo ayer con Fernando Arrabal. Primero, porque el tipo es tan xelebre que hay que verlo y escucharlo para creerlo; no es lo mismo leer sus ocurrencias resumidas en unos pocos párrafos que deleitarse en vivo y en directo con su incontinencia verbal y gestual. Segundo, porque haría falta un suplemento de al menos ocho páginas para reproducir todas y cada una de las perlas que eyaculó durante hora y cuarto.
En la noticia, entre otras muchas cosas, olvidamos mencionar que a todo aquel que se encontraba, Arrabal le saludaba con esta pregunta: "¿Durmió usted bien?" Y que canturreó Gernikako arbola, una tonada que "hoy ya no se puede cantar porque es reaccionaria". Tampoco tuvimos espacio para apuntar un dato curioso. Según confesó, antes de convertirse en cineasta, él siempre tuvo claro que iba a dirigir siete películas, ni una más ni una menos, y ese es el número de largometrajes que ha firmado desde ¡Viva la muerte! (1970) hasta Jorge Luis Borges (1998) . "Hacer más de siete me habría conducido a la repetición y menos habrían sido insuficientes".
Pues bien. Siete es el número de fotografías que hemos incluido en este post. En ellas se puede ver -y eso tampoco pudimos contarlo- a Josemi Beltrán, responsable de la Unidad de Cine de Donostia Kultura, y a Joxean Fernández, director de la Filmoteca Vasca, haciendo verdaderos esfuerzos para contener las carcajadas. A este último, por cierto, le llamaba simplemente "Fernández" y le confundió con un profesor de la Sorbona.
Por último, aquí hay otras dos visiones (¿o deberíamos decir risiones?) de la rueda de prensa de ayer, cortesía de Alberto Moyano y Rafa Herrero. ¡Que ustedes lo rían bien!
El meticuloso rigor de la confusión
SI usted confía en encontrar en estas líneas una información con
cierto orden y sentido, será mejor que cambie de página antes del
próximo punto y seguido. Si, por el contrario, no tiene inconveniente en
asistir a un relato periodístico torpedeado por el humor absurdo y
surrealista, continúe leyendo.
Fernando Arrabal (Melilla, 1932), escritor, cineasta y artista polifacético, visitó ayer Donostia para presentar
El árbol de Guernica, un largometraje de 1975 proyectado en el ciclo que la Filmoteca Vasca dedica al tema
Cine y Guerra Civil en el País Vasco.
"Responderé a sus preguntas, como siempre, con la mayor sensatez
posible", fueron sus primeras palabras. Por supuesto, incumplió la
promesa y zambulló a los periodistas en un dislocado y divertido
soliloquio que bien podría haberse titulado
Manzanas traigo.
Excéntrico como siempre, Arrabal se congratuló por la atención
de los medios. "En España no me conoce nadie, solo unos pocos que me
vieron borracho en televisión", dijo en alusión a la mítica tertulia de
1989 en la que apareció ocurrentemente ebrio. Ayer no habló del
milenarismo, pero sí de muchas otras cuestiones, entre ellas de
nacionalismo. "No soy español, no soy francés, no soy marroquí, soy de
la mejor tierra: de
destierrolandia", aseguró un autor que
conoció la cárcel y vio cómo la dictadura de Franco prohibía toda su
obra. "Soy tan nacionalista que siempre he buscado un nacionalismo sin
fronteras", añadió Arrabal, afincado en Francia desde hace décadas.
Poco o nada habló del tercero de sus siete largometrajes, una
coproducción franco-italiana rodada en francés en la ciudad de Matera.
Como señaló Joxean Fernández, responsable de la Filmoteca, apenas hay
referencias al País Vasco -salvo la música de txistu o el himno de San
Fermín- en un filme que, en realidad, utiliza la figura del árbol de
Gernika "como símbolo contra la barbarie". La cinta está ambientada en
el ficticio pueblo de Villa Ramiro -un evidente guiño al Villarodrigo de
su infancia-, donde los fascistas se levantan contra la República y
masacran a la población.
Como el resto de la obra de Arrabal, su cine está marcado por
la condena a muerte que su padre, un pintor que simpatizaba con la
República, recibió el 17 de julio de 1936. La pena le fue conmutada por
prisión pero en 1942 desapareció para siempre tras una misteriosa fuga.
Desde ese día, ha perseguido la misión de luchar "contra la intolerancia
y la inquisición". En
El árbol de Guernica, el cineasta
arremete contra el ejército y el clero con un delirante despliegue de
secuencias que, proyectadas hoy en día, harían fibrilar de pánico a
Rouco Varela y su Conferencia Episcopal: entre otras lindezas, aparecen
imágenes de Cristo ametralladas y miccionadas, eyaculaciones sobre
figuras de santos, crucifixiones de enanos y besos de tornillo entre
sacerdotes y soldados.
Hasta 1982, siete años después de terminarla, no pudo llevar
la película a España. Incluso en democracia, su estreno no pasó
inadvertido, especialmente para la ultraderecha y el ejército, que
trataron de secuestrar el filme por su irreverencia. Pese a todo, él no
comulga con la imagen de provocador que le ha acompañado siempre. "He
tratado con los mayores genios del siglo XX y del III Milenio, y jamás
he conocido a un provocador", declaró, para definir provocación como
"acto imposible de calibrar y de prever, un hecho que llega
misteriosamente".
amigos y DIOS Durante
su intervención fueron numerosas las alusiones a grandes genios, amigos y
compañeros de tertulia. Todas las semanas convierte su domicilio de
París en punto de encuentro de personalidades como Milan Kundera, Darío
Fo, Michel Houellebecq o "premios Nobel de Física o Matemáticas". "Gente
de poco valor", bromeó un artista que se ha codeado con Buñuel, Dalí,
Duchamp, Magritte, Warhol y Picasso, entre muchos otros. "Ionesco, por
ejemplo, siempre empezaba las conversaciones así: 'Fernando, usted que
es agnóstico como yo...' Y a partir de ahí solo hablábamos de Dios",
rememoró.
Arrabal dijo creer en Dios como un ser que después de hacer la
Creación, la dejó "al meticuloso rigor de la confusión". "Dios, como
yo, es pánico, matemático y jugador de ajedrez", dijo en alusión a una
afición en la que es una auténtica autoridad internacional. También se
refirió al "problema" que tiene con la Virgen, que "no existe" pero se
le aparece.
tolosa y vitalismo Sin
desprenderse en ningún momento de sus dos pares de gafas -unas de
ciclista, colocadas sobre la frente, y otras para ver-, Arrabal no
perdió ocasión de recordar su estancia de un par de años en Tolosa,
donde trabajó como papelero cuando tan solo tenía 16 años. "Yo era un
chicarrón, un jatorra de miedo", aseguró. Cuando se masturbaba, en su
diario pintaba una mancha negra, y si comulgaba, dibujaba un sol. Subía
el alto de Bidania en una bicicleta que "pesaba por lo menos 40 kilos" y
vivía "enamoradísimo" de una chica que se llamaba Izaskun y le tocaba
Para Elisa de Beethoven al piano.
En la villa papelera cayó enfermo e incluso, como recogió la
prensa de la época, recibió la extrema unción. Ya en París, le quitaron
"el pulmón tuberculoso" y le dieron la tarjeta de inválido,
distinción que
para él casi es más importante que la Legión de Honor y los numerosos
premios que ha recibido en su carrera. "¡Cuando voy a una exposición, me
ponen silla de ruedas!", aseguró pícaramente.
Tremendamente vitalista a sus 80 años, consideró que "la vida
es demasiado feliz, demasiado corta". Curiosamente, se mostró "contento"
por la cierta invisibilidad que rodea a los artistas. Citó un listado
de la revista
Time sobre las cien personas más influyentes del
mundo en la que no había un solo dramaturgo, novelista o artista. En
primer lugar aparecía el futbolista Didier Drogba, la segunda era Lady
Gaga y el tercero Bill Clinton. "¿Es un premio a la felación?", se
preguntó antes de proclamar: "Los de la cultura no tenemos nada, vamos a
poder levantar el árbol de Gernika hasta el cielo, no tenemos
valladares ni obstáculos, no pueden comprarnos ni tenemos nada que
vender".
"Sin confusión no hay vida", dijo en otro momento de la charla
con la prensa citando uno de los principios fundacionales del Grupo
Pánico, creado a mediados del siglo XX junto a Roland Topor y Alejandro
Jodorowski. "Somos comediantes", añadió parafraseando a Fo. En el
tintero quedaron un sinfín de anécdotas. "La próxima vez les hablaré de
cuando hice la corte a la mujer de Dalí... por orden del propio Dalí",
prometió antes de despedirse para presentar el filme ante el público del
Teatro Principal: "Merci, eskerrik asko".