03 junio 2007

Concierto de Patti Smith


Catártica Patti

(Más FOTOS después de la crónica)

Intérpretes. Patti Smith (voz, guitarras ocasionales y clarinete), Leonard Kaye (guitarra) Jackson (guitarra), Anthony Shanahan (bajo) y Jay Dee Daugherty (batería). Fecha y lugar. 01/06/07. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Incidencias. Tras el accidentado concierto de Fangoria, la del viernes fue la segunda ocasión en la que se retiraron las butacas del recinto para que el público pudiera seguir la actuación de pie. Esta vez, la nueva y consistente tarima instalada para la ocasión no causó ningún problema y la velada se desarrolló con total normalidad.


Ha
n pasado 32 años desde que una insolente veinteañera de Chicago, cuyo nombre de pila es Patricia Lee, deslumbró al mundo con un arrebatador disco de debut, Horses. El pasado viernes Patti Smith interpretó algunas de aquellas canciones en el Victoria Eugenia de Donostia y la sensación de quienes allí se congregaron fue unánime: hace tiempo que las manecillas del reloj se detuvieron para la madrina del punk. Fue suficiente ver su sempiterno aspecto desaliñado, sus contagiosas danzas chamánicas y escuchar los primeros compases del tema que abrió el concierto, Privilege (Set me free). A pesar del tiempo transcurrido, poco o nada ha cambiado en su transgresora actitud y su asombrosa voz no ha perdido un ápice de la fuerza de antaño.
En su visita a Donostia –la única en el Estado si se exceptúa su participación ayer en el Primavera Sound de Barcelona–, Patti Smith tenía como misión presentar su último trabajo, Twelve, donde la estadounidense ha facturado doce versiones de sus bandas favoritas. Sin embargo, sólo interpretó cinco de esos temas. Sopló el clarinete en el Are you experienced? de Jimi Hendrix, utilizó los versos introductorios de White rabbit para hacer varios guiños a San Sebastián, invocó el espíritu de Jim Morrison y Kurt Cobain con Soul kitchen y Smell like teen spirit, respectivamente, al tiempo que recordó que el mismo viernes se cumplían 40 años de la publicación de la obra magna de The Beatles, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Para conmemorar la efeméride, interpretó la versión del Within you without you incluida en Twelve, y en la recta final del concierto se animó a improvisar, sin ensayos previos y echando mano de chuletas varias, su propia cover del A day in the life que Lennon y McCartney incluyeron en dicho álbum.
Para deleite del heterogéneo público reunido en el teatro, el resto del recital consistió en una generosa ración de grandes éxitos: sonaron las imprescindibles Redondo beach, Free money, Because the night, Pissing in a river y People have the power, himno que entonó, como no podía ser de otra forma, con el puño en alto.
Sin dar la espalda a su condición de poetisa, se armó con varios libros y unos anteojos perfectamente redondos y en varias ocasiones declamó versos con tal elegancia que fue fácil imaginarla compartiendo atril con ilustres de la generación beat como Allen Gingsberg o William Bourroughs.
Escoltada por una solvente banda que se manejó con eficacia tanto en los momentos más rockeros como en los más íntimos y acústicos, Patti Smith se mostró comunicativa, charló con los espectadores, lanzó varios esputos por canción y reservó para la traca final una hermosa versión del Perfect day de Lou Reed con la que quiso mostrar su agradecimiento al público donostiarra.
Y cuando parecía que el final llegaría al concluir la clásica y eléctrica Gloria –que ya le pertenece casi tanto a ella como a Van Morrison, su autor original–, la vocalista remató la faena de modo inmejorable con la explosiva Rock’n’Roll Nigger cuyo endiablado ritmo puso a prueba la nueva tarima del Victoria Eugenia, que permitió al público seguir de pie el concierto, esta vez sin sobresaltos.

La Smith
, que concluyó su actuación arrancando violentamente las seis cuerdas de su guitarra eléctrica, abandonó el escenario más libre después de protagonizar una gran catarsis de la que también participó el público. Combativa, sensual, altiva, enérgica y, sobre todo, joven a los sesenta y tantos. Así se reveló, una vez más, este claro y diáfano ejemplo de que las viejas rockeras tampoco mueren. Jamás.


1 comentario:

Anónimo dijo...

suscribo lo dicho. a mi, me hipnotizó. fue apoteósico.

las fotos muy buenas