30 abril 2009

Cine y derechos humanos: traca final


El Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia entrega hoy su gran galardón al cineasta José Luis Borau y proyecta el documental Checkpoint Rock, canciones desde Palestina, dirigido por Fermín Muguruza, que después ofrecerá un concierto en Gazteszena.
Concluirá así la séptima edición de un certamen que nos ha dejado un manojo de muy buenas e interesantes películas. Parece que el público ha optado por premiar a Johnny Mad Dog, una ultraviolenta cinta de acción que refleja con terrible veracidad la realidad de los niños soldado en África. Así lo corroboró, al menos, Edwin Tholley, un antiguo chaval que fue utilizado como guerrillero en Sierra Leona y que el pasado domingo contó su experiencia en Donostia. Había, sin embargo, títulos más interesantes. Como los tres reseñados a continuación.



Canciones para traspasar muros

'checkpoint rock'.
Año. 2008. Origen. España. Director. Fermin Muguruza. Realizador. Javier Corcuera. Producción. Anton Reixa, Ricardo González. Duración. 70 minutos.

SUELE decirse que la música traspasa fronteras, pero es difícil que ese tópico se cumpla si en medio se alza un infame muro de hormigón vigilado por soldados armados hasta los dientes. Afortunadamente, existen tipos inquietos y comprometidos como Fermin Muguruza, que con Checkpoint Rock ha querido tender un puente hacia la música de Palestina, un fenómeno del que no sabemos nada porque las noticias que nos llegan desde allí versan exclusivamente sobre el conflicto.

Sin caer en el cine panfletario y en la mejor tradición de los buenos documentales musicales, el filme se revela como un vibrante canto a la vida, pero sobre todo brilla como apasionante viaje sonoro que permite conocer los variopintos ritmos de artistas que se enfrentan a mil y un problemas para crear y difundir su música, fuertemente inspirada por la poesía de Mahmoud Darwish.

En el camino de esta didáctica road movie se cruzan palestinos que viven en ciudades israelíes y en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, y más que ellos, hablan sus melodías, que lógicamente abordan temas como la ocupación, los campos de refugiados e incluso del amor que puede surgir en un checkpoint (puesto de control militar). ¿Estará muy lejos el día en que otros temas protagonicen sus canciones y éstas no tengan que saltar ningún muro?





Érase una vez en Etiopía
'teza'. Año. 2008. Origen. Etiopía - Alemania - Francia. Guión y dirección. Hailè Gerima. Reparto. Aaron Arefe, Abeye Tedla, Takelech Beyene, Teje Tesfahun, Nebiyu Baye. Duración. 140 minutos.

AL protagonista de Teza, Anberber, le han robado la infancia y la pierna. No recuerda cómo perdió ambas cosas y por eso avanza a tientas, apoyado en su báculo, con la esperanza de entender por qué su país no es el mismo que dejó cuando partió hacia Alemania. El cineasta Hailè Gerima ha equiparado a su personaje con una suerte de Prometeo africano que tras conseguir en Europa el fuego de la modernización, regresa a Etiopía y comprueba que no puede utilizarlo para sanar a su pueblo. Los innumerables obstáculos con que choca el frustrado Anberber lo transforman en alguien desubicado por los efectos de la violencia, la desaparición de los valores humanos y el dominio de la ignorancia.

Teza adquiere la forma de una apasionante epopeya que cuenta la historia reciente del pueblo etíope y al mismo tiempo aborda grandes cuestiones como la familia, la educación, el mestizaje, la amistad, el dogmatismo y el racismo. El realizador opta por un tono pausado y didáctico que no pierde el interés pese a la larga duración del filme, narrado de manera fragmentada, con múltiples saltos en el tiempo y una extraña poesía que resulta embellecida por la fuerza del paisaje y la música.

Hay mucho de subyugante en las imágenes de Teza, un profundo cuento africano que invita a la reflexión y que propone un tipo de cine diferente, alejado del mainstream y cargado de simbolismo. Prueba de ello es ese maravilloso plano de la cueva del dragón donde varios niños -el futuro- sostienen las llamas -el conocimiento- con las que un día, tal vez, conseguirán iluminar las tinieblas.





Y caminaron sobre las aguas

'TROUBLE THE WATER'.
Año. 2008. Origen. Estados Unidos. Origen. Tia Lessin y Carl Deal.

EL azar es tan caprichoso que un día puede enviar un huracán capaz de anegar una ciudad entera y al siguiente hacer que una humilde joven de Nueva Orleans modifique los planes de dos cineastas que iban rodar un filme sobre el drama del Katrina . Kimberly Roberts, rapera y buscavidas, se cruzó en el camino de Tia Lessin y Carl Deal, y su arrollador carisma la entronizó como protagonista absoluta de Trouble the Water , un admirable documental que refleja con precisión cómo la administración del ya ex presidente Bush dejó de lado a las familias más vulnerables a la catástrofe porque, como alguien dice en la cinta, "si no tienes dinero, no tienes gobierno".

El mayor valor de la cinta es la inclusión de las grabaciones caseras de Kimberly, que no dejó de filmar ni con el agua al cuello. Sus imágenes muestran el horror y la devastación de una desgracia natural agravada por la inacción del gobierno, y describen cómo ante la ausencia de ayuda los propios ciudadanos se unen para superar la tragedia. "Aquel día nos hizo hermanos", dice Scott de su antiguo enemigo Larry.

Hay muchas historias palpitantes en una película que no sólo habla de varios personajes que obraron el milagro de caminar sobre las aguas que los diques de Nueva Orleans no pudieron contener. También narra, con un pulso portentoso, otro hecho prodigioso, el de una pareja que aprovechó el infortunio para dar esquinazo a un futuro nada halagüeño.

25 abril 2009

'El olvido' y '¿Dónde está Bin Laden?'



Avanza bien, muy bien, el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. Tras la inauguración con Fifty Dead Men Walking volvió a proyectarse La caja de Pandora, que ganó la Concha de Oro en el último Zinemaldia y que, como puede leerse aquí, mejora con un segundo visionado. Y qué sorpresa más agradable descubrir Ander, una película que prometía lo peor -una historia gay rodada en euskera en un caserío con actores vascos y producida por la consejería del defenestrado Madrazo- y que se revela como un título de lo más interesante dirigido por un realizador primerizo, Roberto Castón, a quien habrá que seguir la pista. Razón aquí y aquí.

Además del correcto reportaje After the rape, hoy sábado podrá verse una película divertida e interesante, Where in the world is Osama Bin Laden, y otra emocionante y perturbadora, El olvido. La primera la dirige Morgan Spurlock, el chalado zampahamburguesas de Super Size Me, y la segunda lleva el inefable sello de Heddy Honigmann, la responsable de esa joya documental titulada Forever.

Más información sobre ambos estrenos a continuación, pero antes, por favor, echen un vistazo bajo estas mismas líneas al inicio de El olvido, que es fabuloso además de impresionante. Verdad verdadera.



Un cóctel mal preparado

Origen. 2008. Origen. Holanda-Alemania. Dirección. Heddy Honigmann. Guión. Heddy Honigmann, Judith Vreriks, Sonia Goldenberg. Duración. 93 minutos.

EL último documental de Heddy Honigmann arranca con una secuencia brillante: un barman -que no lo sabe pero también es filósofo- describe la cruda realidad de Perú en los tres minutos que tarda en preparar un pisco sour, el cóctel nacional de su país. "En mis 50 años de bartender lo he mezclado para muchos presidentes. Cuando pienso en ellos veo la historia como un cóctel mal preparado, hecho con elecciones semidemocráticas, golpes de estado, terrorismo y corrupción".

No menos magistrales son las intervenciones de los otros protagonistas de El olvido , abnegados artesanos del oficio de vivir. Mientras un presidente tras otro va jurando su cargo "por Dios y los santos evangelios", el camarero Adolfo Chávez sonríe siempre a sus clientes, Mauro Gómez trabaja en su clínica de maletas, Daniel Gutiérrez teje las bandas presidenciales, Toño bate zumos de rana y la pequeña Estefanía hace piruetas en los pasos de cebra a cambio de unas pocas monedas.

Además de una nítida radiografía de Perú, el último artefacto poético-documental de Honigmann es sencillamente espléndido, hirientemente turbador. Duele escuchar las palabras del niño limpiabotas que dice no tener sueños ni recuerdos, pero reconforta -y asombra- la dignidad de casi todos los protagonistas; personas que sufren el olvido de sus gobernantes pero han plantado cara a la adversidad negándose obstinadamente a hincar la rodilla. Habrá quien les vea como perdedores pero ellos no se sienten derrotados.




'El olvido', un filme sobre "pequeños poetas y un par de grandes criminales"

En 2006 Heddy Honigmann presentó en el Zinemaldia Forever , una hermosa película rodada en el cementerio parisino de Père-Lachaise, y el año pasado regresó para inaugurar la sección Horizontes Latinos con El olvido , que esta tarde se proyectará de nuevo en el teatro Victoria Eugenia en el marco del séptimo Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia.

Para realizar este último documental, la directora peruana afincada en Holanda viajó de nuevo a su país natal. Su intención era contar la historia de una ciudad olvidada -Lima- y, por extensión, de un pueblo y un continente igualmente olvidados. Para ello dio voz a los que habitualmente no son escuchados, y con sus testimonios tejió un "homenaje poético" filmado en 30 días.

personajes inolvidables Por El olvido desfilan, entre otros personajes, camareros, propietarios de pequeños comercios, jóvenes acróbatas, cantantes ciegos, músicos callejeros y los presidentes Fernando Belaúnde, Alberto Fujimori y Alan García. "La película trata sobre pequeños y maravillosos poetas y sobre un par de grandes criminales", aseguró Honigmann en la rueda de prensa de ayer. Uno de esos "criminales" es el ex presidente Fujimori, que ahora cumple prisión por crímenes contra los derechos humanos. "Saldrá de la cárcel con cien años y quién sabe. Si se presenta a las elecciones quizá lo reelijan porque la gente ya habrá olvidado todo lo que hizo", ironizó la realizadora.

Los protagonistas de la cinta son, sin embargo, los ciudadanos peruanos, "pícaros a la hora de darle la vuelta a la moneda" y hacer de la necesidad virtud. Una mujer que perdió el trabajo y fue abandonada por su marido se confiesa feliz de vivir con su madre y su hijo, mientras que un hombre cuyo negocio de fabricación de maletas quebró se siente realizado al devolver la vida a objetos defectuosos. "Caí comercialmente, pero nunca me sentí derrotado", dice en el filme que ha producido la española Carmen Cobos, que también vive en Holanda.

El barman Jorge Kanashiro, uno de los personajes más poderosos del documental, desvela que su "venganza" contra los gobernantes fue añadir vodka al zumo de naranja que preparó para un presidente que después sufrió una caída en un acto oficial. "Fue mi pequeño golpe de estado", bromea con humor y una sonrisa que, como a la mayoría, le han permitido encarar el futuro sin perder la esperanza.




Looking for Osama

Año. 2008. Origen. Estados Unidos. Dirección. Morgan Spurlock. Guión. Jeremy Chilnick, Morgan Spurlock. Duración. 93 minutos.

TRAS experimentar en sus propias carnes los perniciosos efectos de la comida basura en Super Size Me (2004), Morgan Spurlock se echó al monte -de Oriente Medio- para intentar lo que no han conseguido la CIA ni el FBI: dar caza al terrorista más buscado. Where in the world is Osama Bin Laden? relata el hilarante periplo del director a Egipto, Marruecos, Palestina, Israel, Arabia Saudí, Afganistán y Pakistán.

Es gracioso ver al bufón Spurlock vestido con indumentaria árabe, montado en un camello o preguntando dónde está Bin Laden a todo el que se cruza en su camino. Sin embargo, el documental es una comedia muy seria que, con tono ligero, plantea reflexiones jugosas, desmonta prejuicios y ofrece múltiples testimonios para entender mejor el fenómeno del terrorismo islámico. Entre otros, se entrevista con partidarios y detractores de Osama, con ciudadanos anónimos, familiares de terroristas, judíos, palestinos, militares estadounidenses y campesinos de Tora Bora.

No destriparemos el final al señalar que Morgan Spurlock no logra hallar a su objetivo, pero al menos sí encuentra la respuesta a una interesante pregunta que en EEUU no suelen formularse. ¿Por qué nuestra política exterior es un excelente caldo de cultivo para el terrorismo?

23 abril 2009

'Fifty Dead Men Walking'



En 2006 tomé esta fotografía de una calle de Belfast, ciudad que diez años después del inicio del proceso de paz continúa haciendo denodados esfuerzos por aprender a convivir. Una tarea que requerirá de tiempo, comprensión mutua y altas dosis de paciencia, pues el conflicto irlandés, con sus tres décadas de bombas, tiros y amenazas, se cobró la vida de más de 3.600 personas, y todavía hoy continúa coleando en forma de escisiones y atentados aislados...

Con mayor o menor fortuna, el séptimo arte ha abordado esa cuestión en algunas ocasiones. A finales de agosto llegará a los cines españoles la última película sobre el tema, Fifty Dead Men Walking, título que hoy ha inaugurado el Festival de Cine y Derechos Humanos, una cita que edición tras edición se vuelve más ineludible. Podéis consultar el programa y leer un resumen de lo que nos espera hasta el día 30 en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia -un resumen que supone, además, el debut de este humilde fotero en www.soitu.es-.

Bajo estas líneas yacen un comentario de la película y la información de la rueda de prensa.

Sin IRA libertad

Año. 2008. Origen. Reino Unido-Canadá. Año. 2008. Dirección y Guión. Kari Skogland. Reparto. Ben Kingsley, Jim Sturgess, Rose McGowan, Kevin Zegers, Tom Collins.Duración. 117 minutos.

tiempo que las películas sobre el problema irlandés se convirtieron en una suerte de pequeño género cinematográfico. Algunas, como Cal (1984), son más bien prescindibles, pero un buen número de ellas alcanzan la categoría de excelentes, como Agenda oculta (1990), En el nombre del padre (1993), Bloody Sunday (2002) o la reciente Hunger (2008). Ahora llega Fifty Dead Men Walking , un estimable thriller inspirado en la historia real de Martin McGartland, el mayor topo que los servicios de inteligencia británicos lograron infiltrar en el IRA.

El filme de Kari Skogland arranca trepidante y poderoso, acompañando al espectador por las violentas y malas calles de Belfast. Todo aderezado con una ambientación exquisita, un hábil control de las secuencias de acción y personajes con interesantes dobleces. Porque aunque la directora venda la figura de McGartland como la de un "héroe improbable" que sacrificó su vida para salvar la de 50 objetivos del IRA, lo cierto es que su proceder tuvo bastante de egoísta, sobre todo porque cada vez que pasaba una información a los ingleses, él ponía la mano y se embolsaba encantado abultados fajos de billetes.

Fifty Dead Men Walking posee casi todos los ingredientes para edificar una gran película. Lástima que hacia el ecuador pierda fuelle y tropiece con algunos tópicos e innecesarias secuencias videocliperas que impiden que sea excelente. En todo caso, lo más atractivo de la cinta quizá sea su enfoque, alejado de la imagen épica del IRA que suele ofrecer el cine y que tanto complace a algunos espectadores de estos lares donde también sufrimos nuestro particular conflicto. Ello no quiere decir que los británicos salgan bien parados porque no es así, pero los activistas republicanos no aparecen dibujados como rebeldes aplastados por la bota del imperio británico, sino como terroristas sanguinarios contra los que no caben subterfugios ideológicos. Simplemente son, como proclama uno de los personajes, "asesinos que han encontrado un motivo para matar".




"Algunas películas de Hollywood ofrecen una imagen demasiado romántica del IRA"

LA séptima edición del Festival de Cine y Derechos Humanos ha arrancado esta tarde con la proyección de Fifty Dead Men Walking, una coproducción anglo-canadiense dirigida por Kari Skogland y basada libremente en el libro escrito por Martin McGartland, un buscavidas norirlandés que en 1988 fue captado por la Policía británica para infiltrarse en el IRA. El título del filme alude a las 50 vidas que sus informaciones consiguieron salvar.

La historia que inaugura el certamen donostiarra es el claro ejemplo de que la realidad siempre supera a la ficción, ya que cuando fue desenmascarado como topo, McGartland logró escapar saltando por la ventana del piso donde los terroristas irlandeses le torturaban con intención de asesinarlo. Años después, en 1999, sobrevivió a los seis tiros que le descerrajó el IRA cuando descubrió su escondite.

Hoy en día continúa en la clandestinidad, aunque a punto estuvo de boicotear con una demanda el estreno de la película en el último festival de Toronto porque no compartía el punto de vista del guión. Algunos medios publicaron que finalmente la productora resolvió sus diferencias con McGartland pagándole 37.000 dólares, eliminando ciertas secuencias y advirtiendo que algunas situaciones y personajes eran inventados.

"Antes del estreno Martin estuvo en desacuerdo con algunos detalles, pero después vio la película y le encantó", se limitó a decir ayer la directora, que durante el rodaje conversó por teléfono con el antiguo topo, al que nunca ha visto en persona. Sí se entrevistó cara a cara con ex miembros del IRA y la Policía británica del Ulster. Su intención en todo momento fue "transmitir una visión equilibrada del conflicto" y resultar "veraz" al narrar la historia de un informante sin ideario político que empieza a colaborar con la Policía atraído por el dinero que recibe de los británicos, pero que después emprende un "viaje personal y moral" que cambia su destino y su forma de pensar.

héroes improbables Martin tiene ahora 39 años y difícilmente podrá volver a llevar una vida normal por mucho que el problema irlandés esté en vías de solución. "Eso nos remite a la idea central de la película. ¿Serías capaz de renunciar a tu futuro y a tu familia por salvar la vida de 50 personas que ni siquiera conoces? Habría que celebrar y reconocer el hecho de que existan héroes improbables como él", aseveró la cineasta.

Skogland reconoció que algunas películas, sobre todo las realizadas en Hollywood, ofrecen una "imagen romántica" del IRA cuando en realidad no hay nada de romántico en la violencia. "No he querido hacer un documento político, sino retratar la situación de manera equilibrada", insistió.

Finalmente, añadió que fue un "placer" trabajar con Jim Sturgess, que encarna al joven infiltrado, y con Ben Kingsley, que interpreta a su enlace con la inteligencia británica, y agradeció sinceramente el apoyo de la ciudad de Belfast, en cuyos escenarios reales se rodó esta película que -sostiene- "habla de paz".

14 abril 2009

'Buñuel en el laberinto de las tortugas'

En el supuesto -y dudoso- caso de que haya alguien ahí fuera, quizá se haya percatado de que la norma de la casa es repescar textos ya publicados sólo si éstos van acompañados de fotografías tomadas ad hoc por el autor de este blog. En este caso, sin embargo, no existía el modo de inmortalizar fotográficamente a quien ya es inmortal desde hace tiempo -Luis Buñuel- ni tampoco fue posible concertar una cita de cuerpo presente con el historietista Fermín Solís, de modo que la osada solución final pasó por perpetrar un dibujo de alguien que podría ser el cineasta sordo de Calanda. O Jean-Paul Sartre: sólo habría que cambiar la cámara tomavistas por una pipa...

En su día prometimos que la sacrílega ilustración creada con motivo del aniversario de Edgar Allan Poe no debía sentar un precedente, pero este humilde fotero ha vuelto a hacerlo y ha cambiado la cámara por el lápiz con el único objetivo de recomendar un gran cómic editado por Astiberri, Buñuel en el laberinto de las tortugas. Haceos un favor y echadle un vistazo.


Tierra sin pan, cómic con miga


A pesar de ser extremeño, Fermín Solís (Cáceres, 1972) jamás había visitado Las Hurdes. Tampoco conocía la obra del cineasta aragonés más universal, del que sólo había visto Un perro andaluz (1929). Hasta que decidió embarcarse en su proyecto más ambicioso, Buñuel en el laberinto de las tortugas (Astiberri).

El cómic describe el rodaje de la tercera película del sordo de Calanda, Las Hurdes, tierra sin pan (1933), un documento inclasificable y polémico usado para denunciar las miserables condiciones de vida de los habitantes de una de las regiones más olvidadas de la España de la época.

Solís afirma, sin embargo, que Las Hurdes sólo fue una "excusa para hablar de Buñuel", un personaje que le fascinó "poderosamente por su mundo interior, sus contradicciones y su relación con la religión", entre otros asuntos. Así, las viñetas del creador cacereño contienen guiños a otros trabajos del realizador, a su infancia, sus sueños o Salvador Dalí.

El dibujante define su cómic como la historia de "una persona que se busca a sí misma". "Buñuel volvió de París perdido y desengañado con el grupo surrealista. Quería hacer algo diferente y Las Hurdes tampoco le ayudó mucho porque luego estuvo años sin hacer otra película", rememora el artista, que no titubea cuando se le pregunta por el objetivo que perseguía el director: "Quería remover conciencias, provocar y hacer una crítica al gobierno de la II República". Un gobierno que, molesto por la incómoda verdad descubierta por Buñuel, censuró una película que contenía imágenes de extrema crudeza: niños desnutridos que untan pan en un río insalubre, hombres y mujeres aquejados de bocio y paludismo, una niña moribunda abandonada en plena calle, enanos inquietantes y un burro famélico devorado por abejas, fotogramas conectados con su obra más surrealista.

Manipulación de la realidad
Ficción sobre hechos reales

Dice el dibujante que Las Hurdes transmite aún hoy muchas sensaciones, "algunas terroríficas". En su primera y desasosegante visita a la zona paseó por las alquerías, los conjuntos de casas bajas de piedra y pizarra que, como en la película, conforman un gran laberinto. "Esa noche tuve una pesadilla en la que varios hombres llevaban a un cretino atado del cuello y para comer le daban huesos de bebé muerto. Decidí incluir el sueño en el cómic".

Solís visitó la región y leyó ensayos sobre el cine de Buñuel. Fue una ardua tarea de documentación que habría sido más fácil si en su autobiografía, Mi último suspiro , el director hubiera incluido más detalles acerca de Tierra sin pan , a la que apenas dedica unos pocos párrafos. Ello, sin embargo, le dio libertad para inventar su particular making off . "Ha sido interesante fabular con situaciones que pudieron suceder. ¿Por qué no pudo Buñuel vestirse de monja durante el rodaje? También me interesó alternar realidad y fantasía en pasajes como el encuentro del director con la muerte".

Dividida en tres partes, la novela gráfica arranca con una pesadilla en la que Buñuel habla con la Virgen, continúa con un diálogo beodo y surrealista que el cineasta y su amigo Ramón Acín mantienen en París y concluye con el rodaje.

En este punto, Solís no olvida la manipulación de escenas como el despeñamiento de la cabra, que en realidad no cayó al vacío accidentalmente, sino que fue abatida por un disparo de Buñuel. Y también alude a la secuencia del bebé muerto que unos hombres transportan a un cementerio lejano porque en el pueblo carecen de camposanto. El niño no había fallecido: sólo dormía.

Por ello, Las Hurdes no es un mero documental -uno de los primeros del cine español-, sino "ficción basada en hechos reales". "Buñuel recreó una realidad cotidiana, reflejó problemas que sucedían de verdad, pero al no tener tiempo ni dinero para esperar a que sucedieran, forzó algunas situaciones para denunciar una situación de miseria que era dramáticamente cierta", alega.


'Las Hurdes, según San Buñuel

Luis Buñuel se interesó por reflejar la deplorable situación en que malvivían los vecinos de Las Hurdes tras leer un estudio de esa región realizado por Maurice Legendre, director del Instituto Francés de Madrid. Tal y como escribió el propio cineasta en sus memorias -reunidas en el magnífico libro Mi último suspiro-, a finales de 1932 su amigo el anarquista Ramón Acín le prometió producirle una película sobre el tema si ganaba el Gordo de la lotería. Poco después le tocó un premio suculento y cumplió su palabra.

Buñuel se desplazó a Extremadura pocos meses después junto a Acín, el ayudante Pierre Unik y el cámara Elie Lotar, a los que hizo venir expresamente desde París. Según recuerda en su biografía, como no disponía más que de 20.000 pesetas, se dio un plazo de un mes para terminar el filme. "Gastamos 4.000 pesetas en la compra, indispensable, de un viejo Fiat que yo mismo reparaba cuando era necesario", escribió.

También relató que hospedaron en un albergue instalado en el antiguo convento de Las Batuecas y que cargaban todo el día con el material a cuestas. "Aquellas montañas desheredadas me conquistaron enseguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y su apego a su remoto país, a su tierra sin pan", dijo Buñuel sin dar muchos más detalles acerca del rodaje y sin, por supuesto, referirse a las polémicas manipulaciones de ciertas secuencias.

Mi último suspiro sí desvela, en cambio, lo complicado que fue terminar la película. "Después del rodaje, sin dinero, tuve que hacer el montaje yo mismo en Madrid encima de una mesa de cocina. Como no tenía moviola, miraba las imágenes con lupa y las pegaba como podía. Seguramente descarté imágenes interesantes por no verlas bien", reconoció.

La película, que inicialmente era muda, no halló sino incomprensión en España. En 1935 la Embajada de España en París le dio el dinero para sonorizarla en los estudios de Pierre Braunberger, que acabó comprando Las Hurdes tras ciertas tensiones con Buñuel, que amenazó con romper la máquina de escribir de su secretaria con una maza que había comprado en la ferretería de la esquina. Cuando cobró el dinero pudo devolver el dinero a la familia de Ramón Acín, que había sido asesinado al principio de la Guerra Civil.

Buñuel revela que Acín, "anarquista convencido", consiguió escapar hábilmente de un grupo armado de extrema derecha que fue a buscarle a su casa en Huesca. "Los fascistas se llevaron entonces a su mujer y dijeron que la fusilarían si Acín no se presentaba. Él se presentó al día siguiente. Los fusilaron a los dos", rememoró el cineasta.


08 abril 2009

Concierto de Omara Portuondo en el Kursaal


Gracias a ti

SI
usted ha paseado su mirada por los inolvidables fotogramas de Buena Vista Social Club (1999), esa obra maestra del cine que Wim Wenders creó a partir del disco de Ry Cooder, la recordará inevitablemente. Al inicio del filme Omara Portuondo paseaba por las calles de la Habana tarareando Veinte años junto a sus vecinos. La cámara del cineasta alemán también captaba el instante en el que la dama de la canción cubana trataba en vano de contener las lágrimas al terminar de interpretar Silencio, cantada a dúo con el difunto Ibrahim Ferrer.

Son, sin duda, imágenes y músicas que emocionan al más taimado, especialmente si se revisan diez años después, con buena parte de sus protagonistas ya fallecidos. Ferrer no es el único que ha pasado a mejor vida: antes que él nos dejaron Compay Segundo y Rubén González, y hace escasos días se reunió con ellos Orlando Cachaíto López.

La salud y un inquebrantable amor a la música han permitido a Omara, 79 años, continuar al pie del cañón luego de seis décadas ininterrumpidas sobre el escenario. El título de su último álbum, Gracias (2008), lo dice todo. Y esa canción que le escribió Jorge Drexler fue la primera que ofreció, a modo de declaración de intenciones, nada más aterrizar ayer en la Sala de Cámara del Kursaal proveniente de Bahrein.

Salió vestida de negro, con pañuelo, moño y una amplia sonrisa. Quizá el cansancio tuvo la culpa pero fue una lástima verla tan pendiente de leer las letras de las canciones sobre el atril. Sin embargo, a una diva que lleva 60 años sobre las tablas se le pueden perdonar ciertos deslices. La falta de memoria al interpretar temas de su último álbum, como Yo vi o Adiós felicidad, la suplió con un gran chorro de voz que, ése sí, mantiene intacto. Estuvo más suelta en canciones antiguas como la sabrosona Tal vez, con la que logró levantar a los más bailarines de la butacas, la cadenciosa Tres palabras o la nana Drume negrita que empleó para dormir a un bebé imaginario.

Continuó con una pieza escrita por su hijo, Nuestro gran amor, y con O que será, que en su último trabajo canta junto a Chico Buarque. El momento de recordar a Ibrahim Ferrer con Dos gardenias -sólo guitarra y voz- fue el más conmovedor de la noche. Tras Semillita y Mil congojas llegaron los dos temas de Pablo Milanés incluidos en el álbum, Tú mi desengaño y Ámame como soy .

Mención aparte merece el súper grupo que acompañó a Portuondo: Swami Jr. (guitarra), Harold López Nussa (piano), Felipe Cabrera (contrabajo) y Andrés Coayo y Rodney Yllarza Barreto (percusiones) exhibieron una versatilidad apabullante en todos los estilos, desde la descarga al bolero pasando por el son. En su momento de lucimiento con la instrumental Los tres golpes demostraron un talento equiparable al de las bandas más talentosas que visitan nuestros festivales de jazz.

Omara regresó a escena con la sobrecogedora Veinte años y se despidió con La Sitiera y la prometida Guantanamera, coreada alegremente por los espectadores, que ondearon alguna bandera cubana que llamó la atención de la artista. El único bis de la velada fue Bésame mucho, interpretada con el único acompañamiento de la guitarra. Una delicia de concierto que terminó con un pensamiento unánime por parte del público: "Gracias a ti, Omara".

04 abril 2009

Concierto de Franz Ferdinand en Bilbao

Archiduques del rock bailable

Lugar y fecha. Pabellón de La Casilla. Bilbao. 2/04/2009. Intérpretes. Alex Kapranos (voz y guitarra), Paul Thomson (batería), Nick McCarthy (guitarra y teclados), Bob Hardy (bajo). Incidencias. El grupo telonero fue la banda alemana Kissogram.

¿Quién
no tiene un amigo que descubrió una banda de rock antes incluso de que sus miembros la formaran? "Yo los escuché en 1980 en un garito infecto cuando aún no habían sacado ni su primera maqueta. Entonces sí que eran buenos", alardean algunos. ¿Y quién no conoce a melómanos que reniegan de grupos que eran inicialmente minoritarios cuando alcanzan el éxito? A muchos les gusta saberse exquisitos, miembros de un selecto club de pocos socios, y si alguien llega del exterior y descubre esos mismos manjares musicales, a ellos ya no les parecen tan suculentos.

Algo así sucede con Franz Ferdinand, la banda que tomó prestado el nombre al archiduque austriaco cuyo asesinato precipitó la I Guerra Mundial. Hace cinco años dieron la campanada gracias a su primer álbum homónimo, ganaron infinitos premios, telonearon a U2 en su gira Vertigo y se hartaron de vender discos con su retro pero original propuesta de rock bailable. Les fue fetén con su siguiente entrega, You Could Have It So Much Better (2005), y se retiraron a descansar de las giras y a gastarse los dineros en un ayuntamiento victoriano abandonado donde perpetraron su tercer disco, Tonight (2009). El jueves lo defendieron en Bilbao con un concierto que, digan lo que digan los puristas, fue un bombazo.

Tras el electro rock canalla de Kissogram -más que dignos teloneros-, Franz Ferdinand saltó a la arena a quemarropa con Do you want to. La respuesta del público fue inmediata: todo el mundo a bailar. En el primer tramo tocaron temas recién sacados del horno como el bailongo No You Girls, aunque desde el inicio fue evidente que no se limitarían a su último trabajo. Así, exhibieron una arrolladora energía al revisar éxitos como Walk Away o Tell Her Tonight, aderezados con los habituales ingredientes que Alex Kapranos y sus muchachos emplean para cocinar sus descaradas tonadas: melodías pegadizas, riffs bailables, giros inesperados y ritmos sincopados.

Una fórmula que, a juicio de los detractores de la banda escocesa, está demasiado trillada, lo cual es tanto como decir que Woody Allen abusa de la figura del divorcio en sus películas. El estilo de Franz Ferdinand es previsible, sí, pero altamente efectivo. Y si no, que se lo pregunten a los miles de maniacos que entraron en éxtasis nada más oír los primeros acordes de Take Me Out, su hit por excelencia. El frenesí se reprodujo con temas nuevos como Turn It On y Bite Hard, cuyo ambiente psicodélico quedó reforzado por varias proyecciones en la pantalla gigante. Continuaron rabiosos con 40', Michael y Ulysses, el primer single de Tonight.

Se les puede reprochar cierta racanería porque la actuación no pasó de la hora y media, pero en los bises estuvieron brutales, sin concesiones. Regresaron con Jacqueline, la canción que abrió su álbum de debut, y siguieron con Outsiders, extraída de su segundo disco, que empezó con Kapranos a los sintetizadores y terminó con una batucada masiva en torno a la batería de Paul Thomson.

Desarrollaron su vertiente más electrónica en Lucid Dreams, un larguísimo tema discotequero que convirtió La Casilla en una gigantesca rave party. Los de Glasgow tenían que poner rumbo a Madrid y Granada, pero antes regalaron una última propina en forma de rock pirómano, This Fire, un tema que no llegó a incendiar el pabellón pero que a punto estuvo de demolerlo.