28 marzo 2010

Concierto de The Hidden Cameras en Hondarribia


Le Folk en Rose

cualquiera
diría que el grupo The Hidden Cameras eligió actuar en Psylocibenea, la casa rosa de Hondarribia, por el color de sus paredes, que curiosamente hacen juego con la jovial música que practican. No en vano, el líder de la formación, Joel Gibb, ha definido alguna vez el estilo de la banda como "folk de iglesia gay" (sic). Curiosa pero atinada etiqueta.

La manada de intérpretes que integran los cámaras ocultas cantan a coro y tocan guitarras, bajo, teclados, batería, violín y trompeta. Quizá la concurrencia de tantos elementos, así como una cierta querencia hacia el verbeneo y el pop blandengue, provoquen que el oyente se distraiga. Es cierto que con tanta bulla resulta más difícil captar matices, pero la alegre propuesta de los canadienses posee el innegable atractivo de una alocada puesta en escena. Ver moverse al extravagante Gibb -un trasunto de Freddie Mercury- y contemplar cómo el exaltado violinista pega brincos cual rana saltarina convierten el concierto en una especie de happening que tiene bastante de aquelarre celta.

Lo mejor de todo fue comprobar la repuesta del público, que abarrotó el auditorio en la primera cita de Gaztemaniak 2010, el programa de conciertos que, tras una triste estancia de varios meses en la UVI, ha regresado rebosante de salud gracias a la lógica rectificación de la Diputación. Próxima parada, este martes en la Sala Gazteszena de Donostia. Con La Habitación Roja.



23 marzo 2010

Entrevista con Mikel Azpiroz (Elkano Browning Cream)


Vídeo: Ángel Aldarondo

"No es difícil compaginar clasicismo y renovación, pero hay que hilar fino para no caer en lo obvio"

Su historia podría contarse casi como aquellos viejos chistes que empezaban con la frase "Van un inglés, un francés y un español...", porque Elkano Browning Cream lo integran el guitarrista neoyorquino Matt Harding, el batería parisino Franck Mantegari y el teclista donostiarra Mikel Azpiroz

Tras debutar con un disco homónimo publicado en 2006, el grupo regresa con Elkano Browning Cream 2 (Mamusik). El trío liderado por Azpiroz ha vuelto a evocar el sonido de los grandes combos de órgano Hammond para presentar una colección de canciones que se mueven entre lo clásico y lo ecléctico, con melodías que beben del groove pero se fusionan con ritmos africanos, latinos y orientales. Mañana actúan en el Club del Victoria Eugenia a las 20.30 horas después de varios días de gira por Catalunya.

¿En qué ha cambiado Elkano Browning Cream en estos años?

El grupo nació como un proyecto naif que no estaba planificado de antemano, pero pasó a tener cierta repercusión y ello nos dio la posibilidad de seguir haciendo conciertos. Eso nos ha servido para profundizar en nuestra comunicación musical, conocernos mejor y optimizar nuestros recursos. El sonido va madurando.

¿Y qué mantiene de los comienzos?

Intentamos mantener la frescura y la inocencia para seguir explorando en diferentes terrenos.

Parte del anterior álbum se grabó en Shangai. ¿Y el nuevo?

Entre Donostia y Utah (Estados Unidos). Solemos adecuar las sesiones de grabación a los lugares y momentos en los que vayamos a coincidir, en vez de a la inversa. Nos gusta disponer de esa libertad que no existe en el estudio de grabación al uso donde hay un tiempo limitado para terminar el trabajo.

¿Y cómo consiguen coincidir los tres para ensayar y crear los temas?

Los temas los componemos por separado y los desarrollamos generalmente en directo. Los periodos de gira suelen ser muy fructíferos y surgen nuevas ideas en las pruebas de sonido o en cualquier momento en que estemos tocando. Por razones geográficas no podemos ensayar regularmente, se presupone que cuando nos reunimos antes de una gira los tres venimos con los deberes hechos y que sólo tenemos que hacer una puesta a punto. El resto lo aporta el directo.

¿Qué adjetivo definiría su segundo trabajo?

Infeccioso.

Hablan de ritmo hipnótico… ¿De esa forma podría traducirse esa palabra llamada "groove"?

No tiene traducción literal en el sentido al que se refiere. Groove significa surco, y los afroamericanos comenzaron a usarlo para definir al ritmo hipnótico y repetitivo.

Reivindican el sonido de los grandes combos de Hammond de la discográfica Blue Note…

Partimos de ese formato que condiciona nuestro sonido. La combinación de los timbres de una batería, una guitarra y un órgano Hammond nos ha atraído desde hace mucho, especialmente a mí como teclista, y nos permite interactuar libremente en el escenario. Es un instrumento que tiene una gran variedad de registros sonoros, muy versátil si se quiere. Puede ser suave o agresivo. Es un instrumento que está vivo.

El disco suena luminoso, alegre, divertido y ecléctico, muy variado.

Ésa ha sido la intención. Evitamos la monotonía. Reivindicamos el eclecticismo frente a las etiquetas restrictivas.

Prueba de ese eclecticismo es la cantidad de influencias y colaboraciones del disco: el texto de un poeta ugandés, la voz de un neoyorquino de origen jamaicano, el grupo australiano The Waifs…

Todos han añadido su arte a nuestra música, enriqueciéndola. Con todos ellos hemos compartido vivencias y su aportación tiene un sentido especial para nosotros.

Parece que el mestizaje musical va incluido en el ADN de Elkano…

Obviamente, por la propia naturaleza multicultural del proyecto. Es algo natural que no podríamos evitar. Somos tres músicos hambrientos y abiertos a la exploración de diferentes músicas. Disfrutamos adaptando esas influencias al formato de trío de órgano Hammond.

¿Es complicado compaginar clasicismo con renovación?

No es difícil pero, como en todo, hay que hilar fino para no caer en lo obvio.

Hace escasos días participó invitado en el concierto de Petti y Barrence Whitfield. ¿Esas colaboraciones se hacen por amor al arte o por dinero? ¿Para vivir de la música es necesario hacer trabajos mercenarios?

En nuestro ámbito musical el amor al arte prima sobre el dinero, sin que éste deje de ser necesario para que los proyectos sean viables. Hay que diversificar los proyectos o trabajos y eso tiene su lado positivo porque permite trabajar en lo que a uno no se le ocurriría hacer de una manera natural, lo cual aporta nuevos puntos de vista. La definición de músico mercenario no me gusta, ya que como en cualquier otro oficio, el músico tiene el deber y el derecho de ganarse la vida como mejor pueda.

¿Qué colaboraciones tiene en cartera?

Ahora mismo estoy centrado en Elkano Browning Cream, el trabajo es lo suficientemente voluminoso como para estar ocupado, pero siempre disfruto compartiendo y colaborando con gente como Jabier Muguruza, Gari y muchos otros.

Su gira recalará en Donostia antes de ir a Madrid y después de haber pasado por escenarios "nobles" de Barcelona, como el Jamboree.

Tocar en salas como el Jamboree es bonito porque son escenarios por los que han pasado muchos a los que admiramos. Intentamos captar la magia que hayan dejado allí.

¿Y el Victoria Eugenia?

Tocar en Donostia es siempre especial, sobre todo para mí, porque estoy en familia. Nunca hemos tocado en el Victoria Eugenia Club y apetece porque tiene ese toque de cueva del jazz a lo Jamboree. Además, se puede conseguir una comunicación más íntima con el público.

22 marzo 2010

Concierto de TM Stevens, Kat Dyson y Cindy Blackman en el Doka


Black Magic Woman


El pasado miércoles llegamos casi al humo de las velas pero estuvimos a tiempo de hacer algunas fotillos en el concierto que ofrecieron TM Stevens (bajo), Kat Dyson (guitarra) y Cindy Blackman (batería) en el Doka de Donostia. El power trio le pegó al rock deudor de Jimi Hendrix, al funky más bailongo, al blues eléctrico e incluso al jazz, todo ello ejecutado en un alarde de virtuosismo increíble. Stevens deslumbra con su voz profunda y el mastil del bajo repleto de lucecitas; Dyson, que ha tocado en la banda de Prince, es una auténtica guitar heroine; y Blackman, batería de Lenny Kravitz, es sencillamente un prodigio a las baquetas. Cindy Blackwoman, como le llamaba el bajista...

21 marzo 2010

Faemino y Cansado 2010: la entrevista

La semana pasada rescatábamos la entrevista realizada a Faemino y Cansado con motivo de su anterior visita a Donostia. Si aquella aconteció vía telefónica con Javier Cansado, la que viene a continuación se hizo cara a cara, con él y con su compañero Carlos Faemino -poco dado a los encuentros con la prensa-, en los camerinos del Victoria Eugenia.


"Nos hemos radicalizado, quizá por la madurez y porque nos sentimos más libres que antes"

La siguiente charla tuvo lugar el pasado miércoles en los camerinos del Victoria Eugenia y concluyó siete minutos antes del inicio de la función de Parecido no es lo mismo. Llevan tantos años sobre las tablas -casi 25- que parecen tener controlado el miedo escénico. Sin las máscaras de sus personajes, son dos tipos afables y formales que poseen su propio discurso teórico en torno al humor y que refrendan el manido tópico de que la comedia es una cosa muy seria. Cansado, el más locuaz, lleva la batuta de la conversación. Faemino pregunta: "¿Podemos decir que éstos son los mejores camerinos de España?". "De España no, del Estado Español", bromea Cansado reproduciendo parte de un chiste del espectáculo.

Actúan seis días en Donostia con el teatro repleto. Eso no lo consigue ni Pedro Osinaga en Semana Grande.

Javier Cansado. ¡Menudo referente! La verdad es que es bárbaro que dos mocosos como nosotros estemos tantos días en un pedazo de teatro como éste. Es halagador pero te responsabiliza un montón porque las expectativas son muy grandes.

Y eso que en 24 años su propuesta no ha cambiado gran cosa...

J.C. Tenemos la misma línea de siempre, una línea tangente al absurdo con toques muy realistas, realismo-socialismo, como decimos nosotros. Mezclamos los temas más cultos y elevados con el barrio, con la cosa primaria.

¿Pero cuál es el truco?

J.C. Que actuamos poco, hacemos ocho funciones de media al mes, y por eso cada día que actuamos es una fiesta. Como la vida palidece ante el escenario -la vida tiene poco estímulo- queremos que actuar sea una fiesta, una catarsis. Y seguiremos mientras eso sea así.

Carlos Faemino. Yo creo que, sobre todo, aportamos sinceridad, un bien que se cotiza bastante. Somos como los amigos que hace tiempo que no ves y a los que te alegra volver a ver. Y como no somos gente distante...

¿Perciben que su público se va renovando?

J.C. Sí. Hace siete u ocho años estábamos un poco preocupados porque el público era generacional. Venían a vernos los que habían crecido con nosotros y se nos escapaban los jovencillos. Pero tenemos la fortuna de que en Youtube está prácticamente todo lo que hemos hecho, y el público joven se está enganchando. Es cojonudo. Somos transgeneracionales, estamos siendo ya clásicos.

C.F. Como Pedro Osinaga.

J.C. Efectivamente. Como él. (Risas)

¿En qué sentido ha evolucionado su humor si es que ha cambiado?

C.F. Yo creo que nos hemos radicalizado un poco más, quizá por la madurez y porque nos sentimos más libres que cuando empezamos. Tenemos la misma responsabilidad con la gente, pero al mismo tiempo gozamos de una mayor libertad mental para decir cosas que antes no decíamos por algún tipo de prejuicio.

¿Hay algún límite que no deba traspasarse en el humor?

J.C. Pienso que no debe existir ningún tabú en el humor. En España, por ejemplo, el humor negro es algo muy normal. Es muy nuestro eso de meternos con la muerte. Y no hay nada más radical que la muerte. En mi opinión, lo que molesta a veces es el tono. Si tú, como en nuestro espectáculo, estás describiendo a una pareja follando, es más desagradable referirse al tema en términos de churrupaina o pichurrina que utilizar barbaridades bien dichas y palabras duras, que es lo que hacemos nosotros. Además, yo creo que el pensamiento no delinque, la palabra es un hecho excepcional y hay libertad absoluta para decir lo que quieras, sea lo que sea.

¿Y qué cosas se atreven a decir ahora que antes no decían?

J.C. Cosas que antes igual nos daban un poco de corte... Por ejemplo, hace diez años era impensable el número en el que Carlos describe cómo folla una pareja o que yo dijera en Euskadi eso de que estamos en España o el Estado Español y terminara soltando un "a mí me suda la polla". Esa acracia, esa forma de representar a la reina medio borracha, son cosas que antes pensábamos y nos daba apuro decir. Ahora no nos cortamos nada ni con el lenguaje ni con las referencias. Si la gente no sabe que en el hemisferio sur el agua gira al revés, no es nuestro problema. Somos muy bestias, pero como lo hacemos desde la perspectiva del buen rollo...

Su humor suele calificarse de inteligente. ¿Es compatible con un estilo cómico más fácil?

J.C. Sí, claro. El humor primario y el popular también molan. Una buena caída es imbatible.

C.F. Yo creo que cualquier humor es inteligente porque se trata de jugar con las ideas. Nos dan un poquito de envidia Los Morancos, que funcionan al 100%, consiguen la risa y no tienen esa cosa de decir que hacen humor inteligente.

J.C. La risa es muy primaria, tú te ríes y después puedes intentar pensar de qué te has reído. La risa está siempre por delante, es decir, primero carcajeas y luego piensas: "Me han hecho reír con una referencia a tal o cual cosa".

Parece que tienen su propio departamento de I+D en el humor... ¿"Investigan" mucho?

J.C. Le damos muchas vueltas a las historias. Empezamos a trabajar sobre una idea concreta y giramos en torno a un embrión. Al cabo de tres días igual te das cuenta de que no funciona y buscas otra idea. Es una parte del trabajo muy antipática, pero como tenemos ese punto de vista tan nuestro, del mismo modo que un filósofo crea un sistema de pensamiento, a nosotros se nos ocurren bromas y chistes con nuestro punto de vista particular. Ahora bien. En nuestra profesión no se puede apelar a la sofisticación, es decir, si la gente no se ríe, no puedes decir que eres un incomprendido o que vas por delante del público... Porque la primera respuesta es siempre la risa de la gente y lo demás es engañarse. Un cómico tiene que conseguir la risa; si no lo hace, chungo.

Además, ustedes tienen la ventaja de que consiguen hacer reír incluso cuando no hablan...

J.C. En nuestros principios, Tricicle nos daba envidia porque hacían reír a la gente sin hablar. Ahora ocurre lo mismo con nosotros porque tenemos el público a favor, pero claro, el espectáculo dura hora y media y tienes que mantenerlo. Cuando estás empezando te cuesta trabajo demostrar que eres divertido, y cuando ya te conocen tienes que cumplir las expectativas.

¿Y les ha sucedido alguna vez que el público no se ha reído con su espectáculo porque quizá era demasiado vanguardista?

J.C. Nos ha pasado poco. Una vez ofrecimos una actuación sorpresa en los carnavales de Málaga. El teatro Cervantes estaba lleno a reventar. Primero actuaba el Dúo Sacapuntas -fíjate qué nivel- y después nosotros como estrellas sorpresa. A la gente no le interesamos lo más mínimo y fuimos muy heavies...

C.F. Somos tan egoístas o tan burros que cuando actuábamos en la calle nos permitíamos el lujo de echar a la gente que no se reía. Y en el escenario nos hemos sobrepuesto y hemos crecido cuando el público no entraba en el espectáculo.

J.C. Vuelvo a decir que nuestra línea cómica no ha cambiado en absoluto y eso fue un handicap al principio. Cuando en los 80 actuábamos en la calle y en los bares, algunos managers decían que teníamos posibilidades pero nos pedían cosas más habituales, más sencillas y entendibles.

C.F. Porque en los primeros números hacíamos imitaciones de monumentos como las casas colgadas de Cuenca, la torre inclinada de Pisa o la plaza de San Marcos de Venecia.

J.C. Era todo muy conceptual y siempre estábamos en la cuerda floja. Pero nos negamos a cambiar esa apuesta de decirle al público: "Mira, te vamos a proponer un humor sin red, es una cosa muy loca y si te metes, te lo vas a pasar muy bien porque es un absurdo tan tremendo que vas a flipar". Estás siempre en ese momento en que te puedes caer abajo y hacer el payaso. Siempre hemos actuado así...

¿Sus guiones están muy cerrados?

J.C. Bastante. Se podría hacer tal cual, del modo en que aparece registrado en la SGAE, y saldría hora y media muy graciosa. Pero vamos añadiendo unas cosas y cambiando otras para no aburrirnos. Es como si fuera jazz, tienes una línea melódica y vas improvisando un poco para luego retomar el hilo.

Pues da la impresión de que todo es bastante real, incluso sus risas.

J.C. Hombre, yo tengo dos risas marcadas por el guión, pero casi todas son espontáneas.

C.F. Incluso habiendo escuchado chistes que ya te sabes, a mí me ocurre que cuando vuelves a visualizar una propuesta absurda y disparatada, la risa surge sin que se pueda evitar.

J.C. A veces, Carlos, me ocurre que no te puedo mirar porque me río. En el número en el que uno de tus personajes explica que vomita fuera de contexto, no te miro porque me descojono con las caras que pones. Es un momento tan brillante...

¿Es primordial que sus propios chistes les hagan gracia?

J.C. Es importante, claro.

Pero qué es más importante, ¿que un número les guste a ustedes o al público?

J.C. A nosotros. Para eso tenemos un truco. Actuamos dos días al mes en la Sala Galileo de Madrid y eso nos sirve para probar cosas. Cuando no tenemos un número muy claro lo hacemos allí y vemos cómo responde la gente. Nos ha pasado a veces que algún sketch no tenía ni puta gracia y que vas buscando, intercambiando los personajes hasta que al final ves que funcionan. Pero a veces tienes que levantar números, como uno de la Nasa que teníamos...

El año que viene cumplen 25 años. ¿Piensan celebrarlo de algún modo?

J.C. 25 años en los escenarios más el tiempo que estuvimos en la calle.

C.F. No tenemos intención de hacer nada especial. La verdad es que no somos nada ceremoniosos. No sabemos ni qué día empezamos a trabajar juntos. ¡Pero si llevamos un montón de años con la misma foto de promoción!

Faemino y Cansado 2010: la crónica


Y la carne se hizo verbo

Fecha y lugar. 16/03/2010. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Intérpretes. Carlos Faemino y Javier Cansado. Incidencias. Lleno total. El espectáculo duró una hora y 40 minutos.

SALTAN
a escena cual estrellas de rock, en mitad de un estruendo de guitarras eléctricas y un cegador juego de luces. Entre alaridos y piruetas, Faemino y Cansado comienzan su espectáculo con el grito, ya legendario, de "Todo esto lo hacemos por la pasta". Y durante más de hora y media se entregan a su sempiterna fórmula de "micrófonos y dos tíos hablando".

Parecido no es lo mismo, han titulado su último montaje. "Pero se le asemeja un huevo", cabría añadir. Chaqueta roja para el alto y azul para el menos alto. Viejos conocidos como el Gran Mimón -el rey del gesto, el monarca de la cucamona- o los tíos abuelos Arroyito y Pozuelón. Copas de coñac y camisas con chorreras...

En un tiempo en que los artistas parecen más modernos en función de su grado de reinvención, Faemino y Cansado se niegan a cambiar una fórmula que funciona desde hace un cuarto de siglo. Primero por convicción personal y después porque, probablemente, el público no se lo perdonaría.

La audiencia necesita reencontrarse con esos dos tipos ácratas, irreverentes, zafios, inteligentes, absurdos y, en ocasiones, indescifrables, que opinan que "Jamaica no vale " y lo mismo hablan del casino de Ghana que de los vórtices energéticos; del punto G que los esquimales tienen en la nariz o de un capitán de barco que quizá sea un semidiós. No hay nadie más que en el mismo chiste pueda convocar con éxito a un camarero, a Schopenhauer, a una lesbiana y a un ornitorrinco. Porque creen en el poder transgresor de la palabra y emplean una verborrea tan incontenible como subversiva.

Por eso, a modo de homenaje, el título de la presente crónica se ha perpetrado, como si de un sketch del dúo se tratara, dándole la vuelta al viejo dogma bíblico que reza "Y el verbo se hizo carne". Con ellos, por supuesto, sucede lo contrario, pues cada noche Faemino y Cansado -la carne- se transforman en verbo -la palabra-. Y habitan jocosa e hilarantemente entre nosotros, el público. Que así sea, por los siglos de los siglos, amén.