24 diciembre 2007

El Inquilino Comunista en Gazteszena


Calculada distorsión

Fecha y lugar. 22/12/07. Gazteszena. Donostia. Intérpretes. Álvaro (guitarra y voz), Javier Letamendia (batería), Ricardo (bajo) y santi (guitarra y voz). Observaciones. Antes del concierto de El Inquilino Comunista actuaron las bandas Krell y Fairlight, que pusieron en danza a la concurrencia con toda su artillería electrónica. Tras los getxotarras, un DJ animó la fiesta de Donostikluba.

Quien ya saboreó su poderoso directo en la primera mitad de los 90 tuvo la oportunidad de reencontrarse con un grupo de culto que, como alardean sus propios integrantes, "sigue sonando igual de bien". Quien no tuvo el placer de verlos hasta el concierto que ofrecieron el sábado por la noche en Gazteszena asistió a un trepidante espectáculo musical que constituyó una auténtica y humilde lección de rock and roll.

Aunque es probable que pronto le ponga remedio a tan flagrante delito , El Inquilino Comunista no publica un álbum con material nuevo desde 1996 y en los últimos tiempos sólo se deja ver por los escenarios tres o cuatro veces al año. Pero a juzgar por el espectáculo que el cuarteto ofreció en la sala de Egia parece que en cada concierto que ofrecen despliegan hasta el último átomo de energía acumulado tras largos años de inactividad, porque tocan como si les fuera la vida en ello.

Las guitarras de Álvaro y Santi continúan sonando tan sucias como melódicas; la pegada de Leta aún no tiene rival en la escena vasca, mientras que el showman Ricardo -ex de Los Clavos- demostró destreza e imaginación con las cuatro cuerdas. ¿Adjetivos para definir el bolo? Crudo, enérgico, contundente, trepidante, adictivo y ruidoso. Muy ruidoso. Y es que El Inquilino Comunista demostró diez años después que el ruido y la distorsión, creados con calculada sabiduría, pueden dar origen a grandes canciones y a mejores conciertos.



28 noviembre 2007

Devendra Banhart en Gazteszena



Devendra Superstar

Fecha y lugar. 18/11/07. Gazteszena. Donostia. Intérpretes. Devendra Banhart (voz y guitarra), Noah Georgeson (guitarra), Andy Cabic (guitarra), Luckey Remington (bajo), Pete Newson (piano, telclados y congas) y Grec Rogove (batería). Incidencias. Georgeson teloneó a Banhart, que no tuvo reparos en interpretar temas que miembros de su banda, como Andy Cabic (Vetiver), han compuesto en sus grupos particulares.

El público más cool , in y chic de la ciudad abarrotaba Gazteszena, un escenario no muy dado a muchedumbres como la del pasado domingo. Y es que la ocasión lo merecía. Uno de los principales mensajeros del neo-folk yanqui, el simpar Devendra Banhart, actuaba en Donostia por primera vez. Uno de sus guitarristas, Noah Georgeson, hizo de telonero y desgranó media docena de tonadas folkies en lo que fue un delicioso y desnudo aperitivo: sólo empleó su voz, las seis cuerdas y unas gotas de percusión. Con su habitual look de Jesucristo Superstar, el líder de la secta sonora no tardó en llegar escoltado por su banda de hippies barbudos, una suerte de delegación de la familia Manson que pedía a gritos un apaño en alguna peluquería de guardia.
Presentaron Smokey Rolls Down Thunder Canyon, el último álbum del tejano criado en Venezuela, y con un agradable acierto interpretaron varios temas nuevos. Ora intimistas, ora agresivos, dieron cuenta de títulos como el saltarín So long old bean, la carioca Samba Vexillographica o la psicodélica Sea horse, que propició uno de los momentos más contundentes y eléctricos de la noche. También tiraron de hits más o menos añejos como Quedateluna o At the hop. Gracias a su bizarro spanglish, Devendra conectó con el respetable, al que no dio tregua: pidió un nuevo nombre para su grupo -alguien lo rebautizó como Pelotitas Bailarinas- y dejó actuar a dos espontáneos mientras el grupo se tomaba un respiro. El divertido guateque concluyó con el flaco y místico Devendra cantando extasiado, sin guitarra y a pecho descubierto.
Freak folk, new weird o psych folk. Las etiquetas se quedan cortas para definir la música del enésimo marciano musical que nos ha visitado estos días. Banhart exhibió su carácter de indie entre los indies y demostró que puede sonar latino, rumbero, lisérgico, popero, reggae, naif o sofisticado. En realidad, en su condición de mesías del folk del siglo XXI, puede sonar a lo que le venga en gana.







23 noviembre 2007

Concierto de Cesaria Évora en Tolosa

La morna cansada

Su voz sigue sonando fantástica y continúa transportando al oyente hacia territorios ignotos y mares lejanos. Su canto es embriagador, envolvente, dulce y amargo al mismo tiempo. A pesar de estar escritas en portugués criollo, sus letras se adivinan preciosas, tristes y alegres. Como lo son el amor, la nostalgia, la pérdida y el regreso, los temas recurrentes a los que siempre ha cantado la diva de los pies desnudos. Tiene una banda fabulosa y compacta, integrada por músicos marchosos, sutiles y delicados. Y cuenta con un público fiel que le sigue desde hace años, que cree en todo lo que hace.

Hay, eso sí, un problema: Cesaria Évora está cansada y su fatiga se hace demasiado evidente sobre el escenario. Algunos que ya habían disfrutado de su música en directo quisieron ver en su actuación del día 13 en el Leidor de Tolosa el genial concierto de una entrañable mujer que estuvo más suelta que de costumbre. Otros, que asistíamos por primera vez a un recital de Cize, contemplamos a una dama que, ciertamente, no ha perdido la capacidad de emocionar con su voz, pero que interpreta sus canciones de modo automático, como si hiciera tiempo que dejó de disfrutar de su trabajo.

Dirigió la palabra al público en contadas ocasiones y sólo parecía disfrutar cuando mantenía charlas privadas con su ágil pianista, Fernando Andrade. También osó sonreír cuando a mitad de concierto llegó la hora de apurar su cigarrillo reglamentario. Evidentemente, con una vida tan agitada como la que ha llevado, Cesaria Évora, a sus 66 años, no está para muchas fiestas. Nadie espera de ella que la oronda artista empiece a dar saltos y se mueve de un lado a otro del escenario, pero sí que interprete sus canciones con algo más de sentimiento. Resulta desalentador ver que cuando la caboverdiana no canta, mira al reloj, se observa las uñas de las manos y tiene perdida la mirada. Desconozco cómo eran los conciertos de la diva hace años, pero al de Tolosa, el primero al que he asistido, le faltó ese plus de emoción que una cantante como la africana puede y debe imprimir a sus piezas para que suenen distintas. De lo contrario, todo -mornas, coladeiras o brincadeiras- parece la prolongación de una misma letanía.

Dice Évora que su música es alegre y triste, como la vida misma. Nada que objetar. Pero no estaría de más que despojara su actuación de ese rutinario tono cansado.




21 noviembre 2007

Medeski, Martin & Wood en el Victoria Eugenia



En uno de los mensajes que colgué en el foro de fotografía Caborian alguien escribió una cita de un amigo suyo que suele decir lo siguiente: "Escribir y hacer fotos al mismo tiempo es la mejor forma de hacerlo todo como el culo". Quizá no le falte razón, y ni los textos ni las fotos que subo al blog posean la calidad que tendrían si me dedicara a una sola de las dos tareas, pero de momento pienso seguir llevando la cámara a los conciertos que tenga que cubrir informativamente. ¿Por qué? Porque el disfrute es triple: gozas con la música, gozas al sacar fotos y gozas al escibir sobre algo que te gusta.

Sin embargo, esta vez, y sin que sirva de precedente, voy a utilizar un texto ajeno para ilustrar este post sobre el concierto que Medeski, Martin & Wood ofrecieron en el Victoria Eugenia. La siguiente crítica no la firma El Humilde Fotero del Pánico, sino el periodista
ASIER LEOZ, que desde hace unas semanas se encarga de las críticas de música en el periódico Noticias de Gipuzkoa.

Mi más sincero agradecimiento, Asier, y felicidades por tus estupendos textos. Espero que este no sea el último que podemos leer en el blog.


Desmontando el ritmo

Por ASIER LEOZ


Fecha y lugar. 12/11/07. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Intérpretes. John Medeski (órgano y otros teclados), Billy Martin (batería y percusiones) y Chris Wood (bajo). Incidencias. 400 personas. el concierto duró dos horas y diez minutos.


Nueva visita de Medeski, Martin & Wood a Donostia, sin aguacero de por medio. El Victoria Eugenia no registró una gran entrada para presenciar al trío de jazz, pero no faltó casi nadie del espectro musical capitalino. Los asistentes, casi voyeurs en un ensayo privado, obtuvieron una sesión de jazz, funk y malabares sonoros no medible en temas -siete en dos horas largas- sino en sensaciones, en un continuo ejercicio de creación y destrucción del ritmo y del silencio empleado con sabiduría.

La batería estaba colocada de perfil para apreciar mejor las evoluciones de Billy Martin y el contrabajo en el centro. A la derecha, la jurisdicción de John Medeski, donde se amontonaban varios órganos de distinto tamaño y hasta un piano de cola. Salió el trío a escena ante un público silencioso y expectante. Sin mediar palabra, Chris Wood comenzó a extraer extrañas sonoridades de su contrabajo. El talentoso batería construía ritmos de la nada ante la mirada del profesor Medeski, parapetado en su trinchera de artilugios y teclas. El que fuera pianista niño prodigio asentía complacido mientras sus compañeros, sin dirigirse al público ni con la mirada, se restregaban en bases funk negras como el betún. Poco después, Medeski sería protagonista de una vigorosa exhibición hammond y también se adentraría, esta vez al piano, en el espesor de Farmer's reserve (1997) del que no fue fácil salir.

In Case The World Changes Its Mind , perteneciente al último trabajo que el trío ha grabado con el guitarrista John Scofield, resultó un buen campo de pruebas para que los tres jugasen a las casitas con un ritmo lento pero contagioso. Tootie ma is a big fine thing , también del disco Out louder , provocó los primeros aullidos de satisfacción. Martin incorporaba todo tipo de platos, platillos, campanitas y hasta reclamos de caza a su personal exploración rítmica, que culminó con un formidable solo. En cuanto a Wood, el más estático de los tres, alternaba contrabajo y bajo eléctrico entrando y saliendo de las composiciones con pasmosa precisión y llevando en ocasiones el timón.

El teatro se sumía en el recogimiento de una capilla gospel o en el bailoteo de un guateque setentero, según le apetecía a Medesk. En la recta final, tras un caliente intervalo de sabor antillano, el de Kentucky se soltó la melena que no tiene manipulando un artilugio eléctrico con vocación de wha wha peleón, el mismo que usa en el reciente tema What now . Retirada, inmediato regreso y contagioso funk final para dejar al público contento y tarareando los fraseos a la salida del recinto. Apenas pronunciaron veinte palabras en toda la noche, las estrictamente necesarias para presentarse y decir adiós. Sin embargo, Medeski Martin y Wood no dejaron de hablar durante más de dos horas empleando el lenguaje que mejor dominan, es decir; lo han vuelto a hacer.