04 diciembre 2006

La última de Scorsese

Infiltrados

De un tiempo a esta parte, cualquier película que dure más de 100 minutos suele provocarme un bostezo o, como mínimo, me obliga a mirar el reloj varias veces durante la proyección. Infiltrados, la última de Scorsese, dura 150 minutos pero no ha conseguido que haga ni una cosa ni la otra. Me he limitado a caer en las garras cinematográficas del tío Marty y a olvidarme de que el guión de su nuevo trabajo flaquea por varios costados. Me lo había comentado más de un amigo: "Está tan bien rodada, es tan apabullante, que dejas pasar de largo las lagunas que tiene la historia".
Por poner dos ejemplos llamativos, la escena de la charla que tienen Matt Damon y Jack Nicholson en el último tramo de la película está bastante forzada y el final del filme es demasiado precipitado. Eso es cierto, ¿y qué? La película empieza con el Gimme shelter de los Rolling -es sólo la primera de una ristra de piezas que componen, de nuevo, una gran banda sonora- y una voz en off que recuerda a las de Uno de los nuestros y Casino. No cabe duda de que Infiltrados no supera el nivel de Casino como ésta no estaba tampoco a la altura de Uno de los nuestros. Pero las tres siguen la misma estela y descansan sobre pilares similares, no sólo porque en ellas desplieguen sus talentos el fotógrafo Michael Ballhaus y la montadora Thelma Schoonmaker.
Tras la fallida El aviador, los seguidores de Scorsese necesitaban una película como Infiltrados donde la culpa, la redención y la violencia se pone al servicio de una historia en la quelos buenos no lo son tanto. Ni los malos son tan malos. Ya lo dice el personaje de Jack Nicholson que, sorprendentemente, está más comedido que de costumbre a pesar de sus muecas ratoniles: "Criminal o policía. ¿Cuál es la diferencia cuando tienes delante una pistola cargada?"

El tío Marty charla con Di Caprio y Damon. ¿Quién es quién? (Warner Bros)


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