POCAS veces habrá programado Donostia Kultura una función teatral con un éxito tan rotundo. El pasado fin de semana Andreu Buenafuente y sus compinches del Terrat Pack -Berto Romero, Jose Corbacho y Jordi Évole- llenaron dos días consecutivos el aforo del Auditorio Kursaal con un público absolutamente fiel y predispuesto a reír a mandíbula batiente.
El cuarteto más dicharachero de La Sexta ha cambiado la caja lista -la suya no tiene nada de tonta- por las tablas y se ha embarcado en una selectiva gira que arrancó hace pocos meses.La fórmula elegida para su debut escénico no puede ser más convencional y efectiva: cuatro personajes, cuatro monólogos. Hace unos días el propio Berto Romero decía que "las risas entre amigos son siempre más naturales" y que el "buen rollo" entre los cuatro se notaba en el escenario. El problema del espectáculo es que los discursos están planteados casi como compartimentos estancos. Primero sale Corbacho, luego Berto, después el Follonero (Évole) y por último Buenafuente: los cuatro sólo coinciden unos segundos al darse el relevo y cinco minutos al final del montaje.
Y ahí es precisamente donde más flaquea Terrat Pack , una propuesta que, pese a verse con la sonrisa perpetuamente instalada en el rostro, funcionaría mejor si sus protagonistas interactuaran más y apostaran por el diálogo en lugar de atrincherarse en el manido género del monólogo. Máxime cuando algunos pasajes, especialmente los recitados por Buenafuente, han sido vistos y oídos en su programa de televisión.
No cabe duda de que el showman catalán es un gran histrión cuyo trabajo posee mucho de teatral. Pero su medio natural es la televisión. La gran obra de Andreu, rey catódico, se desarrolla al otro lado de la pantalla, de lunes a jueves, al filo de la medianoche. Es en ese campo en el que Buenafuente y sus fieles escuderos pueden aportar más y donde no tienen rival, gracias a uno de los pocos programas que, no sólo se ven sin sentir vergüenza ajena, sino que figuran entre lo mejor del momento.
No obstante, ni el público ni el arriba firmante se detuvieron demasiado en divagaciones como las expuestas. Seguramente porque estaban ocupados en dar rienda suelta a las continuas carcajadas que les arrancaron los cuatro humoristas que, por una noche, no hicieron su trabajo al otro lado de la pantalla, sino que actuaron de cuerpo presente en el Kursaal donostiarra.
3 comentarios:
Dime por Dios que no eras uno de esos cabrones que sacaba fotos con flash en mitad de la función...
Fer
Amigo Fer.
La primera regla del fotero de espectáculos prohibe taxativamente el uso del flash. Yo soy sigiloso y actúo rápido y sin dolor, sin que el enemigo ni los espectadores se aperciban de ello...
Pero sí. Fue una pasada. La gente no paró de disparar sus flashes que, además de incomodar al público y a los artistas, sólo consiguen iluminar y fotografiar las cocorotas de los vecinos de la fila delantera.
Buena crónica y fotos. Yo también me pase por allí y disfrute de lo lindo.
Lo de los flashes de la gente , sin comentarios.
Publicar un comentario