31 diciembre 2006

Haritz Serrano Rico


Bostezo

El bebé abrió los ojos y vio ante sí a una muchedumbre babeante que le hablaba como si fuera imbécil. El de mayor edad le pellizcaba los carrillos con tal intensidad que éstos cobraban un ligero color amoratado. Una señora parapetada tras unos gigantescos anteojos le arrebataba el chupete para, acto seguido, volver a introducírselo en la boca. Había otro individuo que no cesaba de acosarle con su cámara de fotos.

Pero a quien más temía era al hombre de alborotada cabellera que, tras tomar el biberón, solía llevarlo en volandas por toda la estancia procurándole la más horrible de las digestiones.

Cuando por fin lo devolvieron al moisés, el bebé emitió un prolongado bostezo. Aliviado, frunció el ceño sobre sus brillantes ojos oscuros, estiró el dado índice de su mano derecha y pensó: “Qué ganas tengo de aprender a hablar para deciros unas cuantas cosas”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joder, Juan: Cómo me ha gustado. Como siempre, lo más sencillo, lo más directo, lo que más dice y lo que mejor se entiende. Enhorabuena por tu blog, en general. Carlos López