EN menos de un mes, la asociación Buenawista Prolleckziom"s consiguió el sábado su segundo llenazo absoluto en el centro cívico de Larratxo. Decenas de personas que no habían adquirido su tique con antelación se quedaron sin entrar y hubo incluso quien optó por soluciones tan incívicas como trepar por la fachada y colarse a través de las ventanas del edificio. ¿El motivo? La triple oferta musical compuesta por Thee Brandy Hips, Miguel Costas y We Are Standard
El tres en raya fue rotundo, aunque cada grupo fuera, como suele decirse, de su padre y de su madre. Tanto que la cara de los modernos seguidores del pop bailable de We Are Standard se convirtió en un sufrido poema cuando el veterano Miguel Costas paseó por el escenario su rock and roll ácido y básico. Pero lejos de lastrar la propuesta, la incoherencia estilística del cartel no hizo sino reafirmar aquello de que en la variedad está el gusto.
El arranque estuvo protagonizado por Thee Brandy Hips, que tras dos interesantes maquetas ha publicado este año su primer álbum, We are love (2009). Perfectamente ejecutado, su power pop con tintes garajeros suena fresco, inteligente y profesional, muy profesional. La insultante juventud del combo donostiarra hace presagiar que a nada que se manejen con un poco más de desparpajo sobre las tablas pueden convertirse en un grandísimo grupo. El resto y lo más importante, las buenas canciones, ya lo tienen.
El segundo elemento de la noche fue Miguel Costas, divorciado desde hace casi quince años de Siniestro Total. El gallego tiene proyecto personal y banda propia, pero por lo visto y oído en Larratxo no parece dispuesto a olvidar los tiempos felices de su antiguo matrimonio. Escuchar las composiciones de su etapa en solitario sirvió para refrendar quién guarda la herencia gamberra del primer Siniestro, pues mientras su actual líder, Julián Hernández, lleva tiempo experimentando con otras sonoridades desde su acercamiento al blues, el disidente Costas sigue aplicando la misma receta que convirtió en grandes a los legendarios vigueses: rock guitarrero-elemental y letras a caballo entre lo cáustico y lo absurdo. Con todo, lo más celebrado por el público fue ese siniestro revival que sonó como un tiro (eléctrico) e incluyó clásicos como Qué tal, homosexual, Bailaré sobre tu tumba, Opera tu fimosis, Pueblos del mundo, extinguíos o Miña terra galega.
La responsabilidad de cerrar la velada recayó en We Are Standard, que había prometido un happening y justamente ofreció eso: una Fiesta con mayúsculas. Sus anteriores visitas a tierras guipuzcoanas ya habían permitido saborear el excepcional directo de los getxotarras, que en 2009 han vivido el que probablemente sea su mejor y más laureado año. La banda de Deu Txakartegi, frontman gamberrete y saltarín, sigue sorprendiendo a propios y extraños con su descomunal sentido del espectáculo. Su oferta está claramente enfocada a la pista de baile pero, sin embargo, el factor electrónico no termina por fagocitar las melodías ni los estribillos. Afortunadamente, cabría añadir. Al fin y al cabo, su música es pop, un pop nada estándar y de factura impecable, como lo demuestran algunas de las piezas que convirtieron el auditorio en una sudorosa disco-sauna: Bye, bye, bye, Don"t let the children play around, Last Time o The first girl who got a kiss without a please. No esquivaron su bailongo homenaje al I"m waiting for my man de la Velvet Underground y se despidieron con una emocionante y lisérgica versión del Gure bazterrak de Mikel Laboa. De lo local a lo universal. Así es We Are Standard, un quinteto sobrado de actitud y que demuestra en cada concierto que su empeño por sonar como los grandes grupos no es baldío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario