Un estreno de lujo
El jueves de la semana pasada compré la nueva Nikon D300 y media hora después ya estaba estrenándola con un modelo de lujo. Juan José Millás ofreció una charla en el centro cultural Okendo de Donostia para presentar su libro de relatos breves Los objetos nos llaman (Seix Barral). Lo hizo a través de un largo cuento que leyó en voz alta provocando las carcajadas del público unas veces y una intensa emoción en otras ocasiones. El escritor fue desvelando la difícil e hilarante relación que mantiene con las palabras ("El lenguaje es un campo minado", sentenció) y alternó el relato de supuestas vivencias de su infancia con la definición de ciertos vocablos que siempre le han llamado la atención. Estuvo, como suele decirse, sembrado. Y por enésima vez confirmó, de cuerpo presente, por qué es uno de los mejores escritores de cuentos del país. Olvidé llevar cuaderno y boli para apuntar algunas frases, y ahora mi frágil memoria me impide acordarme de ellas. No lo dijo exactamente así, pero creo que cuando llegó la conclusión de su discurso pensé que podría haberla titulado así: "Palabras, no se puede vivir con ellas ni sin ellas". Un crack.
En el apartado estrictamente fotográfico, os contaré que la imagen que encabeza estas líneas fue la primera que tomé con mi nuevo juguetito, sin pruebas ni fotos previas. No es tan vulgar como la última y única imagen que me permitió rescatar mi difunta D70s, pero tampoco es nada espectacular, pues no pasa de lo meramente informativo. De hecho, si se hubiera publicado en un periódico, el pie de foto diría algo así: "Millás vierte agua en una copa antes de iniciar su charla". En fin, el caso es que me hacía ilusión estrenar la cámara con un retrato de alguien a quien admiro desde hace tantos años.
Y a continuación, pueden leer si lo desean la breve pero intensa entrevista que la señorita Tapia le hizo a Juanjo Millás para Noticias de Gipuzkoa. Eskerrik asko, Cris!
"El sueño de un libro de cuentos es ser una novela secreta"
CRISTINA TAPIAdonostia. Galardonado recientemente con el Premio Nacional de Narrativa y con el Planeta, Juan José Millás (Valencia, 1946) recaló ayer en el centro cultural Okendo de Donostia para charlar con sus lectores de su último trabajo, 'Los objetos nos llaman'.
¿De dónde ha salido Los objetos nos llaman ?
No es producto de los últimos meses sino de los últimos diez años. Los cuentos se van escribiendo a lo largo del tiempo y con suerte acaban formando un volumen. Digo con suerte porque no considero un libro aquel en el que simplemente se han cosido una serie de cuentos. En un verdadero libro de cuentos éstos tienen que estar relacionados entre sí y formar una arquitectura. El sueño de un libro de cuentos es ser una novela secreta.
¿Cómo nació?
Hace diez años soñé este libro. Lo concebí en la cama, en esa zona que está entre la vigilia y el sueño, un lugar que a mí me gusta cultivar porque es muy creativo. Ahí se me han ocurrido estupendas ideas y he resuelto situaciones de novelas que tenía atascadas. Hay una gran relajación muscular y se sueña pero donde los sueños todavía se pueden someter a algún control.
¿Qué objetos le llaman?
Hay objetos que siempre me han parecido llamativos. Los zapatos, por ejemplo, me han inquietado mucho. Sobre todo, el zapato clásico, negro, de cordones. Me ha parecido un pequeño ataúd donde se mete un casi muerto. Los pies tienen algo de cadáveres. Las soperas me parecen artefactos muy amenazadores pero, en general, no son objetos sobre los que haya un juicio previo. El objeto es el que te reclama y el que dice mira qué interesante o qué repugnante es. Esos objetos son cotidianos, los hace extraños el modo en el que te acercas a ellos. En algunas reseñas que han aparecido sobre el libro se habla con frecuencia de la facultad de Millás de ver lo misterioso en lo cotidiano. Y no estoy de acuerdo porque lo que intento es ver que lo cotidiano es en sí mismo misterioso. Cuando era pequeño tenía un profesor que cuando me veía con cara de despiste decía que parecía que había visto un cerdo volando. Entendiendo que la cosa más rara que podemos ver es un cerdo volando. Yo pensaba que un cerdo no necesitaba alas para ser raro.
¿Se va a sorprender su lector habitual con este libro?
No estoy seguro de que el lector habitual lea habitualmente. Cuando me acerco a un autor que ya conozco no lo leo con la misma mirada. Es difícil que yo me ponga en los zapatos de un lector que me sigue.
Pero para eso sirven los encuentros...
Son encuentros donde el lector aparece con rostro porque habitualmente es un ser sin rostro sin sexo, ni edad... Estos encuentros son útiles para el escritor porque se responde al mensaje que has lanzado. Yo trabajo muy solo y tengo pocas referencias. Las tengo cuando acabo un libro y empiezo a viajar y por eso agradezco mucho esto de la promoción. Me parece indecente quejarse porque es un momento en el que se tiene la oportunidad de visitar el exterior. Cuando llevas dos años con una novela tienes muy poco contacto y los escritores necesitan el reconocimiento o la repulsa.
En su caso se trata más de reconocimiento. ¿Se siente en una elite tras recibir el Planeta y el Premio Nacional de Narrativa?
Lo importante para el escritor es saber que su sitio está en su mesa de trabajo en la que está solo. Estos premios son mejores para los libros que para mí. Lo cual está muy bien porque dan vida a los textos en un momento en el que los libros no duran nada en la mesa de novedades. Hay algunos que ni siquiera pasan por ella. Que los focos permanezcan sobre un libro tanto tiempo como han permanecido sobre El mundo o Los objetos nos llaman es fantástico. Sobre todo, porque tienes la sensación de que vives en un mundo donde no duran nada. Una de las cosas que echo de menos de cuando era joven es que entonces los libros duraban mucho tiempo. Las tiradas, a lo mejor, eran menores pero la gente se pasaba los libros... Ahora no duran nada pero no sólo pasa con los libros, también con el cine. Es muy dramático ver cómo las películas desaparecen a la semana de haberse estrenado. Hay zonas de la cultura que han entrado en una rotación infernal. Eso provoca, no en mí porque he estado defendido de esas cosas, una frustración muy grande.
¿En qué más han cambiado las cosas?
Cuando yo empecé a escribir era muy difícil publicar pero si lo conseguías tenías la garantía de que te leería la gente que te tenía que leer. Si tu libro era de 700 lectores, llegaría a esos 700 lectores. Ahora es muy fácil publicar pero no tienes la garantía de que llegue ni siquiera a aquel al que tendría que llegar y eso es más frustrante que no publicar. Es más frustrante publicar y que a la semana el libro sea tragado por un agujero negro y que no se entere ni tu padre. Mientras no lo haces tienes la esperanza de que el día que se publique causará algún efecto.
¿Y por qué dice que usted se defendió de eso?
Yo me defendí bien porque puse el acento en el hecho de escribir. Cuando algún joven se acerca a mí para decirme que quiere escribir le digo que tiene que decidir si quiere escribir o ser escritor. Si lo que quiere es lo segundo, que se retire. Si se quiere escribir hay que escribir y, a lo mejor, como efecto secundario, se convierte en escritor. Pero no es preciso. Cuando empiezas un libro tienes que terminarlo con la posibilidad de que luego no lo quiera publicar nadie. Pero no importa. Yo me defendí de los sucesos externos sabiendo que lo importante era el hecho de escribir y que todo lo demás si se daba, se daría por añadidura.
1 comentario:
¡Qué bueno Millás! Sus columnas de los viernes son geniales. Buen estreno del nuevo juguete, aunque hoy el fotero le debe casi todo el post a la señorita Tapia.
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