03 febrero 2009

Concierto de Paco Ibáñez en Donostia (crónica + reportaje)

Poesía necesaria

Fecha y lugar. 30/01/09. Teatro Victoria Eugenia. Donostia. Intérpretes. Paco Ibáñez (guitarra y voz), César Strosccio (bandoneón), Mario Mas (guitarra), Pep Pascual (efectos), Roqui Albero (ciscornio), Joxan Goikoetxea (acordeón). Incidencias. Al modo de prólogo se proyectó el vídeo Apakintza bai , donde Bernardo Atxaga glosa la infancia de Paco Ibáñez en el caserío Apakintza de Aduna.

ACTUÓ sobre una alfombra colorada y vistió atuendo oscuro en una combinación de colores -rojo y negro- que no parecía casual. Tampoco lo fue su primer saludo, puño y guitarra en alto. Se equivocó quien pensó que Paco Ibáñez estaba solo sobre el escenario, pues con él -y en él- habitan desde hace décadas algunos de los poetas más impresdincidbles de todos los tiempos. Comenzó con las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y una tonada "ecológica" de Antonio García Teixeiro. El romance Abenamar y una sencilla canción de cumpleaños desembocaron en Déjame en paz , de Góngora, y un tema de maravilloso estribillo, Me lo decía mi abuelito , de José Agustín Goytisolo.

Hijo de valenciano y de guipuzcoana, Ibáñez abrió las puertas de su peculiar torre de Babel donde sólo un idioma está proscrito, el inglés, "la lengua del imperio". Entonó Bihotza , de Xabier Lete, y el euskera irritó a un par de espectadores intolerantes que quisieron sabotear la velada. Paco capeó el temporal con ingenio, invocando a Mikel Laboa y recomendando a los alborotadores irse "a tomar… un café". Joxan Goikoetxea prestó las melodías de su acordeón a Heriotzaren begiak , la traducción que Lete hizo del poema de Pavese Vendrá la muerte y tendrá tus ojos . Después de la tradicional Pello Joxepe , el guitarrista Mario Mas escoltó al vocalista en uno de los momentos más redondos del concierto, el centrado en el álbum Paco Ibáñez canta a los poetas andaluces (2008). Ya de por sí hermosos, los poemas de García Lorca No te pude ver , La romería , Córdoba y Canción del jinete sonaron aún mejor gracias a los arreglos de corte flamenco.

Lloró el bandoneón, las oscuras golondrinas de Bécquer sobrevolaron el patio de butacas y resonaron ecos de los veinte poemas de amor y la canción desesperada de Neruda. Acto seguido interpretaron Silencio , de la argentina Alfonsina Storni, y regresaron a Lorca con El romance de la luna, luna y Yo vuelvo por mis alas , embellecida con efectos acuáticos y viento de ciscornio. Abordó El prisionero , de Luis Cernuda; Nos queda la palabra , de Blas de Otero; y Chove , una letra de Celso Emilio Ferreiro que ofreció en gallego antes de atreverse con el italiano y cantar en francés unos versos de Louis Aragon musicados por Brassens.

Practicó el sermón mitinero , galopó casi desbocado por la senda de la incorrección política y el público perdonó -e incluso celebró- sus excesos verbales. Esta vez no criticó a Kepa Junkera -cuyo disco Etxea , subvencionado por el Gobierno Vasco, ha tachado de "vergüenza para Euskadi"-, pero sí zumbó , entre otros, a Bruce Springsteen y a Bob Dylan. "Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno", reiteró antes de recordar a Celaya con La poesía es un arma cargada de futuro . Prometió no actuar jamás en Urnieta porque sus responsables urbanísticos derribaron el caserío Berrezueta y entonó Triste bizi naiz eta , defendiendo el euskera con más ahínco que un viceconsejero de política lingüística. Por aclamación popular, el último poema de la noche fue Palabras para Julia , de Goytisolo.

Olvidó himnos contestatarios como A galopar , de Rafael Alberti, pero el respetable aplaudió acaloradamente a una de nuestras gargantas con mayor potencial evocador, un hombre que sigue en pie -y así, de pie, sigue cantando-, que sólo pliega las rodillas para apoyar la guitarra sobre ellas. Puede que el Victoria Eugenia no sea el teatro Olympia de París y que la voz de Paco Ibáñez no conserve la fuerza de hace 40 años. Algo hay, sin embargo, en su arte que permanece inmutable y ajeno al paso del tiempo: la grandeza literaria de unos versos que, musicados y cantados por él, se nos antojan aún más colosales.



Paco Ibáñez, sin pelos en la lengua

Un día antes de su primer concierto en Donostia, Paco Ibáñez quebró la monotonía que a menudo impera en las presentaciones culturales y protagonizó, quizá a su pesar, una de las ruedas de prensa más pintorescas de los últimos tiempos en Donostia. Antes de tomar la palabra, Ibáñez dio paso a un audiovisual que, presidido por la voz en off del escritor Bernardo Atxaga, dejó patentes los fuertes lazos que le unen a Euskadi. Y es que cuando tras la guerra su padre, anarquista, fue encerrado en un campo de trabajo, Ibáñez vino a Gipuzkoa y pasó parte de su infancia en el caserío Apakintza de Aduna, donde aprendió euskera, una lengua que aún continúa chapurreando con allegados como su primo el harrijasotzaile Iñaki Gorostidi.

junkera, el inglés y el euskera No tardó en mencionar a dos de sus poetas más queridos, Blas de Otero y Gabriel Celaya. De este último recitó, como si de un mantra se tratara, la célebre estrofa que reza: "Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno". "Esa frase debería estar en todos los frontispicios, en los semáforos, en todas partes... Para que todos los ciudadanos la asimilen bien", aseveró antes de adentrarse en un inesperado jardín y arremeter contra el último trabajo de Kepa Junkera, Etxea , el primero de los tres discos que el Gobierno Vasco ha decidido subvencionar con 702.000 euros.

Paco Ibáñez confesó que el trikitilari vizcaino se puso en contacto con él para participar en el disco, en el que colaboran Víctor Manuel, Ana Belén, Loquillo, Andrés Calamaro y Lluis Llach, entre otros. "Yo me negué porque lo vi como algo superficial, como un disco puramente mercantil", aseguró, al tiempo que dijo no entender cómo los responsables culturales se han prestado "a ese juego no muy glorioso de vender Euskadi" con un proyecto donde "cantan todos menos los vascos". "Ahí también vale lo de Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno . El disco de Junkera es una vergüenza para Euskadi", zanjó.

Un periodista preguntó entonces por sus actuaciones de Donostia. "Ah, sí, perdón. He ido del concierto al desconcierto", bromeó Ibáñez, que prometió cantar en español, francés, catalán, italiano, portugués y euskera. "¿Y en inglés?", inquirió otro informador. "Antes morir que cantar en inglés. No tengo nada contra la lengua de Shakespeare, pero es la lengua del imperio", aseguró.

Regresó al tema del euskera y pasó de meterse en un jardín a meterse en la selva cuando declaró que "un vasco que no habla euskera no termina de ser vasco". "Alguien que vive en Euskadi puede ir a una tienda, comprar una txapela y disfrazarse, ¿pero qué coño de vasco eres si no hablas euskera?", se preguntó, en clave combativa, tras recalcar que "el idioma es el alma de un pueblo".

También condenó el "silencio sepulcral" con que fue recibido en Euskadi el disco Oroitzen (1998), grabado en euskera con el difunto Imanol Larzabal. "No sé dónde están los responsables culturales vascos..."

Genio y figura.

4 comentarios:

Eric dijo...

Sí, genio y figura, se puede estar de acuerdo o no, pero da la sensación de ser un artista ante todo honesto. Gran crónica y reportaje.

Anónimo dijo...

era la tercera vez que le veía. Musicalmente me sorpendió con canciones no comunes en él.

Su discuros pese a ser siempre un poco demagógico, en donosti se paso un poco. Creo que adapta su discurso a cada sitio, no es el mismo en sevilla que en donosti, sólo en las formas en el fondo sí que lo es.

NO obstante, una pequeña parte del público me hizo sentir vergüenza ajena, no sólo esos que has mencionado, también los que les contestaron y gritaban Gora Palestina, Gora Argentina y la gente replicaba al unísono gora. Estuve apunto de gritar Gora Arguedas o Gora todo.

Sabor agridulce en cuanto a la interaccion entre elpublico y el artista las canciones(ya no son poemas) como siempre, lo del a voz no me importa.

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

Gracias, Eric, y gracias Anónimo.
Coincido bastante en tus apreciaciones, especialmente en la vergüenza que me hizo sentir un momento que nunca había vivido en el teatro. Asisto, por mi trabajo y por gusto, a bastantes conciertos, y jamás me había topado con una situación tan incómoda. Paco también me pareció un tanto disperso en ocasiones -algo menos que en la rueda de prensa del día anterior- e incurrió en alguna salida de tono que podría haberse ahorrado. Sobre todo en la primera parte me molestó el insistente tono mitinero que hacía que el concierto no avanzara la velocidad debida. Pero disfrute mucho en algunos pasajes, sobre todo cuando llegaron, seguidos, varios poemas (canciones) de García Lorca.

Anónimo dijo...

Que grande Paco ibañez, me trae muchos recuerdos de infancia, cuando viajabamos en el Renault 12 con mis aitas, escuchando sus canciones.

Esos dos que protestaron, unos impresentables, no sabian a donde iban y donde estaban o que ?

Aiooo