Profetas del metal
ES obvio que el heavy ha conocido épocas mejores y que para remontarse a su edad dorada hay que viajar muy atrás en el tiempo. Sin embargo, eventos como el Kobetasonik o el Priest Fest que el viernes arrancó en Donostia confirman que los seguidores de ese estilo se cuentan entre los más fieles del universo musical.
Por un inusualmente abarrotado velódromo de Anoeta desfilaron cientos de aficionados metaleros con edades comprendidas entre los 55 y los 14 años -estos últimos acompañados de sus padres- que lucieron calvas lustrosas y greñas canónicas, así como un amplio catálogo de camisetas negras alusivas a grupos como Iron Maiden, AC/DC, Kiss, Wasp, Motörhead e incluso Su Ta Gar.
El trepidante concierto de Judas Priest, plato fuerte de la noche, fue prácticamente calcado al que ofreció el pasado junio en Kobetamendi, donde presentó su último álbum hasta el momento, Nostradamus (2008). Aunque al inicio una inquietante efigie del profeta presidió también el escenario donostiarra, el grupo de Rob Halford, uno de los más preclaros visionarios del heavy metal, apenas tocó dos piezas de ese trabajo, y prefirió centrarse, para regocijo de sus fans, en los éxitos que ha facturado en 35 años de historia.
Entre otros, ejecutaron temas ochenteros como Breaking The Law y You've Got Another Thing Comin' , y echaron el resto con otros más recientes como Painkiller, tema de 1990 que dio título al que probablemente sea su último mejor disco. Prestaron especial atención a canciones ya treintañeras como Sinner, The Green Manalishi y, cómo no, Hell Bent for Leather , cuya inminente llegada fue anunciada por el rugido de la moto de gran cilindrada sobre la que apareció montado Halford. Y el público, fervoroso como de costumbre, a punto estuvo de enloquecer.
Porque si algo no ha cambiado en el show de los Judas es su concepción litúrgica de la función, ofrecida como si de una misa de carácter heavy se tratase. Sobre un gran escenario con torres y escaleras, los británicos desplegaron su habitual imaginería que, a caballo entre lo medieval y lo sadomaso , incluye estandartes, prendas de cuero, varios kilos de tachuelas, disfraces excéntricos y multitud de símbolos y anagramas.
Quizá haya quien opine que los alaridos del talludito Halford, los interminables solos al estilo guitar hero que perpetran sus compinches y los excesivos numeritos carnavalescos son recursos demodé, pero no cabe duda de que Judas Priest convenció a la parroquia heavy que se desplazó a Donostia desde distintos puntos del país.
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