17 marzo 2009

Visita a Italia (I)


¡Bravissimo!

Empleadas en su justo contexto, algunas palabras cobran más fuerza de la que habitualmente tienen, y, de ese modo, un grito tan evocador como "¡bravo!" se torna aún más especial si quien lo profiere es un entusiasta melómano italiano y si el escenario es el auditorio de una ciudad histórica como Milán. La Orquesta Sinfónica de Euskadi ha cosechado un ingente número de "bravos" y aplausos durante su primera gira por Italia, un país de secular tradición musical que, sorprendentemente, no había visitado en 27 años de trayectoria.

La enriquecedora política de intercambios ha posibilitado que la Orquesta Sinfónica Giuseppe Verdi de Milán, popularmente conocida como La Verdi, haya invitado a la OSE a una tourné de una semana por varios escenarios del norte de Italia, en la región de Lombardía. El periplo arrancó el miércoles 3 de marzo en la localidad de Monza, conocida por su Gran Premio de Fórmula I. La orquesta vasca protagonizó un concierto de carácter benéfico en el teatro Manzoni, un auditorio de aforo reducido en el que los músicos tuvieron que hacer un esfuerzo suplementario para brillar más. Fue, además, el único recinto de la gira en el que interpretaron la obertura de Los esclavos felices , de J.C. Arriaga.

Los dos días siguientes tocaron en el Auditorium di Milano, situado a pocos minutos de la impresionante Piazza del Duomo y del Teatro Alla Scala, el otro gran polo de la música en la capital lombarda. El auditorio, cuyo interior está dominado por modernas formas geométricas y que goza de una excelente acústica, es la sede de La Verdi, orquesta que en abril devolverá la visita a Euskadi y ofrecerá varias actuaciones en el programa de abono de la OSE.

La de Italia ha tenido, además, el aliciente de suponer la primera gira del nuevo director titular de la orquesta, el colombiano Andrés Orozco-Estrada. Aún no son más de diez los conciertos que ha conducido al frente de la OSE, y existía cierta expectación por comprobar el modo en que el maestro se manejaba con un programa sustentado en obras de A. Lauzurika, J. Sibelius y J. Brahms. La amplia ovación de los espectadores no dejó mucho margen para la duda.

concierto del viernes 6 de marzo
"La orquesta es muy buena"

Viernes en el Auditorium di Milano. El público se deja sorprender por el Cuaderno de viaje que el alavés Antonio Lauzurika ha compuesto para la OSE. "Es un autor vasco contemporáneo, ¿verdad?", se preguntan los aficionados. A continuación, el complejo y romántico Concierto para violín de Sibelius recibe tantos aplausos que después de varios minutos la solista surcoreana Yura Lee tiene que regresar al escenario para, por primera vez en la gira, ofrecer una propina, el movimiento Siciliana de la sonata número 1 de Bach. Ningún milanés parece ofenderse por las eventuales rivalidades que puedan existir entre las dos localidades.

En los corrillos que se forman en el intermedio se pueden escuchar los primeros comentarios del público. "La orquesta es muy buena", reconoce Stefano, un hombre cercano a los 70 años. ¿Y el director? "Ahora veremos cómo se desenvuelve con Brahms", tercia su amigo Pietro.

Y es precisamente la majestuosa Sinfonía nº 1 del compositor alemán la que más parece gustar al respetable. Todos los integrantes de la orquesta se muestran a la altura de una arrebatadora partitura que el maestro dirige con tales dosis de energía que termina extenuado. Pese a todo, y ante el "bravissimo" general, ofrecen una última propina, la Amorosa de Guridi, una de las más bellas Diez melodías vascas .

Entre el público figura una espectadora de excepción, la mezzosoprano errenteriarra Ainhoa Soraluze, que reside en Milán con su marido Davide Diamantini desde hace años. El reencuentro con sus amigos vascos en su ciudad de adopción ha sido un placer añadido para la cantante, que ha disfrutado emocionada del repertorio. "Ha ido a más, in crescendo", señala antes de deshacerse en elogios hacia el concertino invitado de la OSE, el jovencísimo Raphael Christ, violinista de la Joven Orquesta Gustav Mahler e hijo, a la sazón, de Wolfgang Christ, viola de la Filarmónica de Berlín.

"El sonido de la cuerda ha sido, como decimos en Italia, de terciopelo", interviene Davide. "Y el público, aquí acostumbra a levantarse antes de que termine el concierto, ha permanecido en su sitio", destaca Soraluze. Ciertamente, las deserciones han sido mínimas en una sala que, según sus responsables, no ha llegado a completar el aforo por el mal tiempo y el frío que ha reinado en la ciudad en los últimos días.

vuelta a casa
"Ottimo nivel"

Por su parte, Paolo Petazzi, crítico de la prestigiosa revista especializada Scherzo , alaba la labor de la orquesta y de su director, pero quiere centrarse en la última de las obras interpretadas. "La he encontrado muy cálida, muy poderosa y extrovertida. Se nota que es el Brahms de un director joven. Es un autor que cambia en función de la edad del maestro", opina, al tiempo que tilda de "muy buena" la idea de mostrar el trabajo de compositores contemporáneos como Lauzurika. "Porque a veces en las giras se tocan siempre las mismas cosas", dice Petazzi, amigo del laureado Luis de Pablo.

Los comentarios siguen a la luz de las velas en un restaurante cercano donde aguarda, humeante, un risotto pavese, plato típico de Lombardía cocinado con arroz, salchichas, judías y vino tinto, ingrediente este último que, según precisa el camarero, debe servirse en abundancia. "Molto", escribe en un papel donde apunta la receta. En la mesa de al lado, Fabio, un abonado de la Sinfónica de Milán que dos horas antes ha disfrutado del concierto de la OSE, incide en la calidad del Brahms que acaba de escuchar. "Ottimo nivel, ottimo nivel", reitera, y pide que no quede constancia de que, en su opinión, la orquesta vasca suena mejor que La Verdi.

El sábado día 7 actuó en el Teatro Comunale A. Ponchielli de Cremona, cuna de los Stradivari, la legendaria familia de luthiers. Varios músicos aprovecharon para visitar el museo dedicado a los preciados violines y otros instrumentos de cuerda frotada. La gira concluye el domingo con el tercer y último concierto en Milán, donde la OSE rubricó una semana plena de éxitos. Quienes prepararon el equipaje lo hicieron conscientes de que debían dejar un hueco en la maleta para llevarse a casa el mejor souvenir que puede conseguir un músico: el aplauso y el reconocimiento del público.

1 comentario:

Lorbada dijo...

Buen blog con el que me he topado. Muy buenas fotos las tuyas, te agrego por el FLICKr.

Un saludo.