Sly & The Family Stone y The Cherry Boppers
LA FAMILIA STONE Y THE CHERRY BOPPERS DESATAN EL FRENESÍ FUNK
(publicado el 29 de julio de 2007)
Quienes pudieron verlo antes de su actuación en la Trini coincidían en que Sylvester Stewart (Sly Stone) parece estar viviendo de prestado. "No va a salir hasta bien entrado el concierto", decían. Y así fue. La familia más pétrea del flower power -formada por blancos y negros, hombres y mujeres, viejos y jóvenes- salió a escena y fue al grano con el himno Dance to the Music. Pasarían unos cuantos temas más hasta que el patriarca hiciera su aparición estelar.
Aguardó su turno parapetado tras el órgano Hammond, un pasito adelante y otro atrás. Cuando a duras penas se llegó hasta los teclados fue evidente que, desgraciadamente, el otrora espídico y enérgico vocalista no está para muchos trotes. Oculto tras su gorra y sus anteojos de sol, el gran freak de la banda de Frisco dio algunos paseos por el escenario, repitió el signo de la victoria con unas manos que apenas podían sostener el micro y regresó al backstage para enchufarse a la botella de oxígeno.
El protagonismo lo adquirieron los instrumentistas de la banda y los impresionantes cantantes, liderados por Vaetta Lazelle Stewart, la oronda hermana de Sly. Éste aparecía y desaparecía del escenario como si fuera el Guadiana mientras sonaban éxitos como Hot Fun in the Summertime, Somebody's Watching You , Don't Call Me Nigger, Whitey o Stand .
Poco le importó a la audiencia que Sly se haya convertido en un caricato enfermo que recuerda al Papa Wojtyla cuando no se tenía en pie para ofrecer sus discursos. Y poco importó que el show made in USA que desplegó resultara un tanto enlatado porque, a pesar de algunos desajustes técnicos y cierta desorganización escénica, la masa conectó con la familia Stone, bailó con frenesí y coreó alegremente sus tonadas a favor de la integración.
El funky presidió, sin duda, la fiesta revival del viernes, pero mezclado con otros ritmos como el soul, el rock, la psicodelia e incluso el reggae. Aunque pudo haberse roto la crisma, Sly sobrevivió al salto de dos metros que dio desde el escenario para reunirse con el público de las primeras filas.
Hubo un guiño al Get Up de James Brown y la banda se explayó a gusto con Higher , durante la cual el sexagenario cantante presentó a los miembros de su prole -hijas y sobrinas- que, sin participar directamente en el concierto, lo siguieron desde el fondo del escenario pertrechadas con videocámaras, teléfonos móviles y mucho tabaco. Uno de sus retoños salió en dos ocasiones para marcarse unas extrañas danzas y rapear. Pelín surrealista.
Los felices días de farlopa y rosas quedan lejanos, muy lejanos para la familia Stone, pero su actuación en Donostia dejó patente que, 40 años después, su música conserva una fuerza incuestionable.
para la historia Antes de la verbena funky de Sly & The Stone Family habían calentado la pista de baile The Cherry Boppers, que hicieron historia en el Jazzaldia. Tiene su gracia que un combo bilbaíno sea el primer grupo local seleccionado por el festival donostiarra para actuar en la Trini pero, ironías aparte, cabe subrayar que la elección fue de lo más acertada y feliz. Como habían prometido, los vizcaínos salieron a por todas y no parecieron intimidados por el papelón de talonear a Sly. Ofrecieron una auténtica descarga de jazz funk, groove y acid jazz en un escenario que para nada se les quedó pequeño.
El poderío de la flauta y el saxo de Mihail Goldfingers, el carisma del bajista Lando Stone, la prestancia del guitarrista Xixo Yantani, la indispensable base rítmica del batería Txefo K-Billy y el sonido juguetón del órgano Hammond de Ignatius Jhonny. Todos esos elementos apuntalaron el homenaje a la música negra de los 60-70, con las versiones a los maestros del género -Lou Donaldson, Reuben Wilson, Maceo Parker, Grant Green y James Brown, entre otros- incluidas en su álbum de debú, Dressin' the Puppet , y composiciones propias como Potato Jumpy o Black Lolita , tema este último que acaban de editar en un single en vinilo cuya cara B contiene un acercamiento al imperecedero Watermelon Man de Herbie Hancock.
Es obvio que The Cherry Boppers no han inventado nada, su propuesta es añeja, como la de Sly & The Family Stone, pero suena más fresca, vitalista, no tan prefabricada. No es cuestión de establecer cuotas de actuaciones, pero visto el entusiasmo que despertaron las Cerezas del Be Bop, que pusieron en danza a la concurrencia con su música perpetrada en el Botxo, la organización del Jazzaldia podría plantearse que al menos una banda local actuase en la Trinidad en cada edición. Tampoco es pedir mucho. ¿O sí?
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