Marcus Miller y Vienna Art Orchestra
MARCUS MILLER ELECTRIFICA LA TRINIDAD Y VIENNA ART ORCHESTRA SUSCITA INDIFERENCIA
(publicado el 27 de julio de 2007)
Sólo su habitual sombrero negro evita que Marcus Miller pase totalmente desapercibido mientras camina por la calle 31 de agosto antes de sumergirse en el backstage de la Trini. Sus tejanos y su camiseta negra le confieren el aspecto de un tipo normal, pero no lo es en absoluto. Ha participado en más de 400 grabaciones como músico de estudio con artistas como Aretha Franklin, Frank Sinatra o Bryan Ferry, aunque su mayor logro fue entrar en la banda de su admirado Miles Davis y componer y producir discos para él cuando sólo era un veinteañero.
Con este currículo se presentó el jueves en un trepidante y eléctrico concierto que arrancó con Blast , título de su último álbum. El invento sonó atractivamente moro y el saxo de Keith Anderson le dio un color free a la cosa. Prosiguieron los riffs y los punteos imposibles con una revisión del Higher Ground de Stevie Wonder, y continuaron con un tema de Miles Davis, Jean-Pierre . La irreparable ausencia del trompetista fue suplida por el solvente imitador Michael Stewart.
En Panther se dieron cita todos los ingredientes de la inquieta y mixturada propuesta del bajista: funk, mucho funk, pero también jazz, groove y unas pinceladas de rock. No en vano, muchos consideran al neoyorquino el Jimi Hendrix del bajo y no falta quien pone a Miller a la altura del mismísimo Jaco Pastorious por su increíble técnica: controla como nadie el slap -acto de percutir las cuerdas del bajo con el pulgar- y su pegada es siempre certera.
Es capaz de tocar media docena de instrumentos, entre los que figura el clarinete bajo con el que abordó de forma maravillosa y embriagadora When I Fall in Love . Regresó al bajo y se detuvo en un juguetón Come Together que fue reconocido en el acto por el público beatlemaniaco , y en los bises cantó con voz de falsete la quedona balada Boomerang , incluida en M² , el álbum con el que ganó el Grammy al mejor disco de jazz contemporáneo en 2001.
Remató el bolo a la perfección, invocando nuevamente al espíritu de San Miles con Tutu , uno de los temas que Marcus Miller compuso y produjo para el álbum homónimo que el trompetista lanzó en 1986, en las postrimerías de su carrera. El fin de fiesta fue perfecto, rítmico, marchoso: el Fender de Miller dialogó con la curiosa sección de vientos, que también incluía a la armónica de Grégoire Maret, y con la atronadora batería de Poogie Bell y los teclados del incansable Bobby Sparks.
desbandada general En la segunda parte actuó la Vienna Art Orchestra, considerada la principal big band de toda Europa. Han pasado ya 30 años desde que su director, el suizo Mathias Rüegg, la fundara, y desde entonces nuevos músicos han ido entrando y saliendo de ella.
No cabe duda de que es una formación con solera y con un plantel de músicos espectaculares, pero su actuación de ayer suscitó cierta indiferencia. Es posible que algunos de los que pusieron pies en polvorosa tuvieran prisa por llegar a la descarga de rock progresivo de Van Der Graaf Generator en el Victoria Eugenia, pero la desbandada dejó la Trini con la mitad del aforo vacío.
No faltó, empero, un buen número de incondicionales que aplaudieron a rabiar la variedad de estilos por los que transitó la Vienna Art Orchestra: los ritmos de las big bands de los años 40 y 50, la música latina y unos apuntes de jazz en su vertiente más eléctrica. El momento más aplaudido llegó en el único bis, cuando sólo tres de los veinte integrantes del grupo -dos clarinetes y un triángulo- regalaron una hermosa y acelerada tarantela que puso en pie a los espectadores. ¿Menos es más?
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