17 mayo 2010

Crónica del Festival Ikultur de Irun


Nubes y claros en Ikultur

LO
de las nubes y claros en Irun -y toda Gipuzkoa- ha constituido más que una metáfora en un fin de semana de chubascos intermitentes, pero la alusión meteorológica es válida también para describir los claroscuros del Festival Ikultur, que ha inundado el pabellón 3 de Ficoba de las músicas de ocho grupos.

Tal vez fuera culpa de la lamentable e inexistente oferta de transporte público, de un cartel demasiado heterogéneo o del tiempo, pero la peor parte se la llevó el viernes, jornada en la que la afluencia de gente fue especialmente baja. Tanto que cuando Def Con Dos echó el telón de madrugada casi había más gente sobre el escenario y detrás de las barras que espectadores disfrutando del concierto. El rapcore del predicador César Strawberry y su guerrilla sonora ha quedado un poco trasnochado después de tantos años, aunque en directo sus ejecutantes se emplean tan a fondo que temas como Acción mutante, El día de la bestia, El coche no o Sigo siendo heterosexual conservan la energía de antaño.

El clímax de la noche había sido, sin duda, el show de O"Funk"illo, que hizo enloquecer al respetable con su fusión de flamenco y funk, la guasa y el gracejo del vocalista Andreas Lutz, y el virtuosismo de Pepe Bao, capaz de ejecutar las virguerías más insospechadas con las cuatro cuerdas: tocó el bajo con los dedos, con una baqueta e incluso con una zapatilla prestada por un seguidor, y en todos los casos lo hizo con una velocidad de vértigo. Antes que ellos habían actuado, pletóricos, los hondarribiarras Beti Mugan -quien tuvo, retuvo-, y después los jamaicanos Black Uhuru, que ofrecieron una sesión de reggae canónico protagonizada por las incomparables voces de Andrew Tosh y Michael Rose.

El sábado el público respondió mucho mejor pero no llegó a completar el aforo. Delorean abrió la velada con casi una hora de retraso y serios problemas de sonido que pudieron precipitar el abrupto final de su actuación. Visiblemente incómodos, los zarauztarras apenas estuvieron 45 minutos sobre las tablas y no dieron tiempo a sus adeptos a saborear en vivo los temas de Subiza, el luminoso álbum de música electrónica con el que han triunfado allende los mares. En breve, Ekhi, Unai, Igor y Guillermo partirán de nuevo a EEUU, pero a la vuelta quizá deban saldar una deuda pendiente con sus seguidores guipuzcoanos, especialmente con los que se quedaron con ganas de más en Ficoba.

Los franceses Rinôçérôse disiparon las amarguras con un concierto vibrante -posiblemente el mejor del festival- compuesto de riffs endiablados, mucha pose y atractiva imaginería visual. El cuarteto que lideran los carismáticos Jean-Philippe Freu y Patrice Carrié tuvo el apoyo ocasional de un vocalista invitado, Luke Paterson, que brindó un tono más pop a la electrónica bailable y orgánica del combo galo. Y el dúo Kap Bambino impactó con una propuesta absolutamente radical en la que Orion Bouvier dispara bases rítmicas desde sus ordenadores mientras Caroline Martial se desgañita, corre de un lado a otro, se reboza literalmente por el suelo y se lanza al público con un arrojo que convierte a Juliette Lewis en una aficionada. Es el punk (electrónico) del siglo XXI.

La persiana la cerraron los pioneros belgas Front 242 y los pinchadiscos Julen & Idoia. Ikultur, una iniciativa organizada sin apoyo institucional y que se revela más valiente todavía en tiempos de crisis, tiene un año por delante para seguir buscando su identidad y su público. Y ojalá su tercera edición se celebre con los cielos plenamente despejados.

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