Concierto de Port O'Brien en Donostia

Breve pero intenso

Algunos -incluidos los medios de comunicación- no estaremos haciendo las cosas del todo bien cuando un grupazo como Port O"Brien actúa en Donostia y sólo se enteran cuatro gatos y medio. El combo de San Francisco cerró el sábado en el Doka un extenuante tour europeo que les ha llevado por Gran Bretaña, Irlanda, Alemania, Austria, Francia, Suiza, Portugal y España. Con la sala a medio aforo, el concierto comenzó con puntualidad californiana y concluyó abruptamente una hora y diez minutos después. Por fortuna, aunque breve, fue intenso.

El alma eléctrica del grupo se impuso a la vertiente acústica y delicada que también muestran sus discos, y la música sonó más furiosa y luminosa que nostálgica o tranquila. Quizá el motivo fuera la ausencia de Cambria Goodwin, la voz femenina -y mitad compositora- de Port O"Brien. Nadie explicó si ha abandonado la formación aunque siga visible en las fotos y notas promocionales, pero el líder Van Pierszalowski sí dijo que a uno de los miembros del cuarteto, un guitarrista noruego, lo reclutaron el día anterior al inicio de la gira.

El show fue distinto a lo esperado pero en ningún caso decepcionante. Hubo folk rock del bueno en temas como Pigeonhold o Closet the lid, extraídos de su debut All we could do was sing (2008), y también en las canciones del reciente Threadbare (2009), como la contagiosa My will is good o Calm me down, bella evocación del Helpless de Neil Young y uno de los escasos instantes calmos de la noche. Entre los riffs correosos y el latido vibrante de la sección rítmica se colaron algunas anécdotas y observaciones gastronómicas. Pierszalowski, uno de los pocos músicos yanquis que tiene el gusto de beber el vino en copa y no directamente de la botella, declaró su amor por las gulas y puso cara de escéptico cuando alguien del público le dijo que eran "plástico".

Para retomar la faena en clave festiva, un buen número de espectadores subieron al escenario y se desgañitaron con el himno gritón I woke up today. El cantante acabó encaramado al bombo y tocando la batería, con las cuerdas destrozadas. Y no sólo las de la guitarra, sino también las vocales… Conciertazo.