ANTONY & THE JOHNSONS. Lugar y fecha. Kursaal. Donostia. 5/05/2009. Intérpretes. Antony Hegarty (piano y voz), Julia Kent (cello, arreglos de cuerda), Doug Wieselman (clarinete, saxo), Maxim Moston (violín), Jeff Langston (bajo), Rob Moose (guitarra , violín), Parker Kindred (batería, percusión). Intérpretes. El concierto arrancó con tres cuartos de hora de retraso y antes de que Antony saliera a escena, una performer protagonizó extraños bailes sobre el escenario ante la incredulidad del público que, no obstante, aguantó la espera y ovacionó reiteradamente a su ídolo.
Y la luz se hizo. Literalmente además, porque Antony inauguró la velada con Where is my power, un tema reciente cantado a oscuras; continuó con Her Eyes Are Underneath the Group, en la que un tenue haz de luz permitió vislumbrar su silueta; y continuó con Epilepsy is Dancing, que le permitió abandonar definitivamente las tinieblas.
El título de su tercer y último álbum, The Crying Light (2009), es cualquier cosa menos gratuito. Sólo en una primera escucha es posible percatarse de que es un trabajo más luminoso que los precedentes. Antony ha cambiado. Ni siquiera es el mismo astro que deslumbró al Kursaal en el Jazzaldia de hace cuatro años. Sus últimas composiciones no son tan oscuras ni introspectivas, y la naturaleza como fuente de vida aparece en primer plano. Se diría, además, que canta con mayor seguridad y aplomo, sin apoyarse tanto en su característico vibrato.
En su prodigioso y balsámico concierto del martes, no defraudó las expectativas de quienes ya sabían qué es capaz de hacer con su indescriptible voz y una pequeña banda -The Johnsons- que actúa como la más pulcra y delicada de las orquestas de cámara. Tocado con peluca negra, vestido con radiante blusa blanca y con su inseparable bolso al pie del piano, revisitó piezas añejas como For Today I Am a Boy o You Are My Sister, que aluden a su particular visión de la identidad sexual.
Sin embargo, el grueso del repertorio lo conformaron sus nuevas canciones, tan sobresalientes como las que figuraban en el aclamado I Am a Bird Now (2005). Con una extrema -y a veces dolorosa- sensibilidad desmenuzó la plañidera The Crying Light, la melancólica One Dove , la alegre Kiss My Name, la clasicista Everglade , la portentosa Aeon y la enigmática Another World . Ésta última, presidida por un inquietante zumbido-interferencia que realza aún más la belleza de una música y un texto arrebatadores, es también el título de un magnífico EP editado a finales del 2008 y del que en Donostia ofreció el exótico blues Shake That Devil, aderezado con unas gotas de free jazz, y Hope Mountain, con la que vaticinó que un día las mujeres saldrán de su blanca y oscura cueva para heredar la tierra.
De su ópera prima publicada en el año 2000, el británico-neoyorquino sólo interpretó la crepuscular Twilight y, ya en los bises, la surrealista Cripple and the Starfish. Antes había desempolvado la hermosa y siniestra I fell in love with a dead boy y había encogido más de un estómago con la intensa, rockera y descomunal Fistful of Love, verdadero cénit de la actuación. El broche de oro fue la segunda propina, Hope There's Someone, que llegó cuando la audiencia, extática y con un nudo en la garganta, llevaba tiempo levitando.
El tiempo dirá cómo evoluciona este artista sin parangón en la escena actual, pero no parece exagerado afirmar que Antony ha visto la luz y ha sabido utilizarla para obnubilar al público y alumbrar con éxito un estilo cada vez más depurado y personal. Rara vez unas cuerdas vocales desataron tanta emoción... Porque su voz no es de este mundo. Y su música tampoco.
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