09 mayo 2009

Concierto de Madeleine Peyroux en Donostia



Georgia (and other things) in my mind

MADELEINE PEYROUX. Lugar y fecha. Sala de Cámara del Kursaal. Donostia. 7/05/2009. Intérpretes. Madeleine Peyroux (voz y guitarra), Darren Beckett (batería), James Beard (piano), John Herington (guitarra), Barak Mori (contrabajo).

LOS
caminos del jazz son inescrutables, por no hablar de los del espectador, que pueden convertirse en laberínticos. Si la hemeroteca no miente -y no suele hacerlo-, Madeleine Peyroux fue la primera en colgar el cartel de no hay entradas en vísperas del Jazzaldia del 2007. Actuó el 27 de julio en un abarrotado Auditorio del Kursaal, donde su guitarra debería haber sonado este mismo jueves. Pero la floja venta de entradas obligó a un cambio de recinto y la actuación se realizó en el cubo pequeño. Cosa extraña que demuestra el tirón de los festivales veraniegos, a los que cierta gente acude con inercia zombie aunque el resto del año no ose pisar una sala de conciertos.

La estadounidense llegó con su cuarto álbum, Bare Bones (2009), recién salido del horno. A juzgar por su sonoridad, es un trabajo continuista, en la mejor tradición del jazz vocal, pero compuesto por ella en su integridad. Sonaron, entre otros, River of Tears, You Can't Do Me y Our Lady of Pigalle, aunque no renunció a sus conocidas versiones. Cuando abordó La Javanaise de Serge Gainsbourg, los músicos se arremolinaron en torno a Peyroux en plan banda callejera, con melódica, mandolina y una caja de cartón a modo de batería. Además, la discutible sucesora de Billie Holiday -un título otorgado por la propia industria para vender sus discos- rezó tres padres nuestros en el nombre de Leonard Cohen, de quien cantó Blue Alert, Half the Perfect World y la aplaudida Dance me to the End of Love.

Escuchar a Madeleine es una indudable experiencia placentera. Su voz destila un encomiable clasicismo y su música fluye sedosa, sin que nada parezca forzado. Cuenta, además, con un grupo espectacular, un lustroso cuarteto que arropa inmejorablemente sus canciones de amor y sus escarceos por el folk y el pop.

Sin embargo, aunque todo resulte propicio para un espectáculo redondo, el discurso de la joven nacida en Athens, Georgia, ralla lo monocorde por momentos, le falta el punch necesario para noquear al público. Y tanta corrección puede provocar que el espectador se distraiga y empiece a pensar que el guitarrista es idéntico a Lou Reed, que el tipo del Hammond posee un aire a Ry Cooder o que el batería tiene un viento lejano a Jamie Cullum. El bajista, en cambio, no se parece a nadie. La velada toca a su fin con el único bis, Something Grand, una balada dedicada a Barack Obama, y alguien que en la décimo octava fila querría estar aplaudiendo a rabiar, sigue distraído, preguntándose qué artista en España escribiría una canción pensando en Mariano Rajoy si éste llega al Gobierno. ¿Pitingo por ejemplo?









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