02 mayo 2009

José Luis Borau, premiado en Donostia


Biografía urgente de un 'fracasado'

HACE
mucho tiempo, décadas incluso, que no es necesario destacar las cualidades de narrador de José Luis Borau (Zaragoza, 1929), que el jueves fue distinguido con el gran premio honorífico del Festival de Cine y Derechos Humanos, que en ediciones anteriores recayó en Pilar Bardem y Elías Querejeta. En la rueda de prensa previa a la entrega, el artista fue respondiendo a las preguntas de los periodistas y, casi sin que éstos se percataran, realizó un emocionante relato sentimental y artístico a través de su vida y obra.

un 'spaguetti western'
Cineasta y productor

Empezó -nobleza obliga- por sus recuerdos de Donostia, ciudad en la que veraneaba cuando sólo era un mocoso que disfrutaba jugando a los cromos cobijado por la sombra de los tamarindos de Alderdi Eder. Rememoró sus tiempos de alumno del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas y cómo algunos se sintieron "traicionados" cuando vieron que sus dos primeras películas fueron una del oeste y otra policiaca, rodadas por encargo. "Todos aspiraban a rodar algo al estilo de Antonioni, pero yo preferí hacer un spaguetti western para aprender", aseguró.

Pero cuando los proyectos que le ofrecían dejaron de interesarle o le parecieron excesivamente estrafalarios -llegaron incluso a proponerle una zarzuela- decidió fundar su propia productora, El Imán, para filmar sus propios trabajos. Con ella, además, cumplió un sueño que tenía desde su época de estudiante, en la que tuvo algunos buenos profesores que, sin embargo, nunca llevaban a sus alumnos a sus rodajes. "Cuando me convertí en productor fui una especie de puente hacia la profesión para compañeros y alumnos de la escuela como Iván Zulueta, Manuel Gutiérrez Aragón o Pilar Miró", añadió.

Recordó, asimismo, su relación con el Festival de Cine de San Sebastián, sin cuya insistencia y su mediación no podría haber estrenado Furtivos (1975) sin cortes de censura. Con ese título ganó la Concha de Oro en las postrimerías del franquismo y quince años después regresó al Zinemaldia en calidad de miembro del jurado oficial que presidió Ken Loach. Según se encargó de subrayar ayer, él no tuvo nada que ver con la decisión de otorgar el máximo galardón a Cartas de Alou (1990), de Montxo Armendáriz, y dejar sin premio a la espectacular y superior Muerte entre las flores , de los hermanos Coen.

Borau, que entre otras cosas tiene plazas en la real Academia de la Lengua Española y en la de la de Bellas Artes de San Fernando, desveló la importante labor que realiza la Fundación Borau, creada hace ahora dos años para preservar el legado del cineasta e impulsar becas de guión y dirección. "También queremos publicar libros con textos que rescatemos del olvido, la pérdida o el desconocimiento, obras que sean interesantes para los estudiosos del cine y la literatura", apuntó el artista.

El director del festival, José Luis Rebordinos, declaró que Borau recibe el premio porque su labor ha contribuido a "defender la libertad en el sentido más amplio". El homenajeado dijo estar "orgulloso" pero con la sensación de no merecer un galardón que supone una "gran responsabilidad".

Tras opinar, por otro lado, que "la influencia del cine en la vida real es muy escasa", destacó que las películas sirven para forjar un "imaginario común" que permite a los espectadores aprovisionarse de "imágenes, personajes y situaciones" que les han impresionado.

José Luis Borau, cuyo último filme como director es Leo (2000), aseveró que será "muy difícil" que vuelva a ponerse tras la cámara, ya que vive repleto de compromisos y está "viejo, cojo y desmantelado", por no mencionar que hacer una película "cuesta una fortuna".

"rodar es fracasar"
Su visión del cine

Por último, insistió en la idea de que "rodar equivale a fracasar", porque cuando tienes un filme en la cabeza, es tan perfecto y estás tan "enamorado" de él que hasta darías la vida. "El problema llega cuando iluminas la primera escena o te cruzas con una actriz que no es lo que esperabas. El rodaje es la realidad y lo que pensabas antes una ilusión, un enamoramiento. Por eso creo que un buen director no es quien hace que sus trabajos sean como los había imaginado, porque eso es imposible, sino aquel que con los recursos que tiene a mano consigue algo que está bien", concluyó.

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